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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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por la misma carretera que tomamos nosotros, rodea el lateral del

edificio hasta llegar a la parte frontal y se abalanza sobre nosotros,

jadeando.

Es el guardia pelirrojo, el que había salido huyendo. Es evidente

que apenas se da cuenta de a quién está viendo al llegar

tambaleante a la catedral en ruinas.

—¡Ya viene! —grita—. ¡Ya viene la Respuesta!

Una ráfaga de ruido surge del alcalde y el soldado pelirrojo cae

de espaldas al suelo.

—Cálmese, soldado —le ordena con una voz seseante, como si

fuera una serpiente—. Explíquelo con claridad.

El hombre resuella, incapaz de acompasar la respiración.

—Han tomado el Departamento de la Pregunta. —Mira al alcalde,

hipnotizado por sus ojos—. Han matado a todos los guardias.

—Naturalmente —confirma Prentiss, sin dejar de mirar fijamente

al soldado pelirrojo—. ¿Cuántos son?

—Doscientos. —Ahora el soldado pelirrojo no pestañea—. Pero

están liberando a los prisioneros.

—¿Armas? —pregunta el alcalde.

—Rifles. Balas trazadoras. Lanzagranadas. Armas de asedio

transportadas en carros. —Sigue mirando fijamente al alcalde.

—¿Cómo transcurre la batalla?

—Es una lucha feroz.

El alcalde arquea la ceja, sin parar de mirarlo.

—Es una lucha feroz, señor —repite el soldado, que sigue sin

pestañear, como si no pudiera desviar la mirada de Prentiss, aunque

quisiera hacerlo. Se oye otro estallido en la lejanía y todos, menos

el alcalde y el soldado, nos encogemos de miedo.

—Esto es la guerra, señor —dice el soldado.

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