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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Hay edificios, pero no hay gente.

—No está desierta —responde otro guardia, uno que luce una

barriga enorme y protuberante—. La gente está escondida.

—Es raro no ver al ejército —continúa el pelirrojo—. No ver

soldados desfilando calle arriba y calle abajo.

—Nosotros desfilamos, soldado —le recuerda Ivan—. Y también

somos soldados.

Pasamos por delante de casas con los postigos cerrados,

carreteras donde no hay carros ni motos a fisión ni personas

caminando. El RUGIDO del ruido llega de detrás de las puertas

cerradas, pero a la mitad de volumen.

Y es un ruido aterrorizado.

—Saben que es inminente —dice Todd—. Saben que esta podría

ser la guerra que estaban esperando.

Miro a mi alrededor desde lo alto de Angharrad. Ninguna casa

tiene la luz encendida, ningún rostro espía por la ventana, nadie

siente curiosidad por un grupo de guardias que escoltan a un

caballo que transporta a una chica con los pies vendados.

Y entonces doblamos un recodo de la carretera y vemos la

catedral.

—¡Santo cielo! —dice el guardia pelirrojo, mientras todos se

detienen.

—¿Sobrevivisteis a eso? —pregunta el barrigón a Todd. Silba de

admiración—. Tal vez sí que sois personas con suerte.

El campanario sigue en pie, aunque sea difícil de distinguir, pues

prácticamente se balancea en lo alto de una escalera desigual de

ladrillos. Dos paredes del edificio original también se mantienen,

incluida la que tiene un círculo de cristal de colores.

Pero el resto.

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