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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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entrado a cenar no he pensado en otra cosa que no fuera el libro de mi

madre—. ¿Cómo lo sabe?

Me mira desde la cama, pero su boca no emite palabra alguna y su ruido

se esfuerza por encontrar algo que decir.

Sin conseguirlo.

Doy un paso hacia él.

Se oye el chasquido de la puerta y entra el señor Collins.

—Tienes visita —me dice, y luego se da cuenta de mi ruido—. ¿Qué

pasa?

—No espero a nadie —respondo, sin dejar de mirar al alcalde Ledger.

—Es una chica —insiste el señor Collins—. Dice que la envía Davy.

—Maldita sea —digo—. Mira que le dije…

—Ya —responde él—. Dice que no hablará con nadie que no seas tú. —

Suelta una risita—. Y es bastante guapa, la verdad.

Me giro ante el tono de su voz.

—Déjala en paz, sea quien sea. Esto no está bien.

—Entonces será mejor que no te alargues mucho, aquí arriba.

Cierra la puerta entre risas.

Vuelvo a mirar al alcalde Ledger, con el ruido todavía en lo más alto.

—Todavía no he acabado con usted.

—Estaba en tu ruido —repite, pero yo salgo por la puerta y echo el

cerrojo. Catacloc.

Bajo a toda prisa la escalera, pensando en cómo hacer que la chica se

marche sin que el señor Collins la moleste, sin que tenga que pasar por nada

de eso, y mi ruido hierve de sospechas y dudas sobre el alcalde Ledger y

las cosas empiezan a clarificarse cuando llego al pie de las escaleras.

El señor Collins me espera, apoyado contra la pared del vestíbulo con las

piernas cruzadas, muy relajado y sonriente. Apunta con el pulgar.

Miro.

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