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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—Sé una cosa que no debería saber.

Wilf y yo nos lo quedamos mirando.

—La enfermera Coyle ha pasado cerca de la ventana de la cocina

con la enfermera Braithwaite y he oído que hablaban del lugar

desde donde mañana se lanzará el ataque.

—Lee… —digo.

—No lo digas —le pide Wilf.

—Será desde la colina al sur de la ciudad —continúa, abriendo su

ruido para que nos resulte imposible no oírlo—, la que tiene una

muesca en lo alto, la que recorre una carretera estrecha que lleva

directa a la plaza de Nueva Prentiss.

Wilf tiene los ojos muy abiertos.

—No deberías haberlo dicho. Si pillan a Hildy…

Pero Lee solo me mira a mí.

—Si tienes problemas —me dice—, corre hacia esa colina. Corre,

y ahí es donde encontrarás ayuda.

Y su ruido dice: Ahí es donde me encontrarás.

—Y con gran pesar en el corazón, te devolvemos a la tierra.

Una a una, lanzamos un puñado de tierra sobre el ataúd vacío

que no contiene nada del cuerpo de la enfermera Forth, que estalló

en mil pedazos al estallar la bomba que estaba colocando en un

granero.

El sol se está poniendo cuando terminamos, el frío crepúsculo

brilla sobre el lago, un lago que esta mañana tenía una capa de

hielo en los bordes que no se ha fundido en todo el día. La gente

empieza a dispersarse para iniciar las tareas nocturnas, hay que

empaquetar las últimas cosas y recibir órdenes. Las mujeres y los

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