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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Mi ruido explota.

—¿Ah, sí? —respondo—. ¿Acaso el alcalde le oyó gritar a usted durante

el mitin? ¿Acaso fue usted quien protestó con gran coraje?

Se le oscurece la expresión y distingo en su ruido un destello de

resentimiento grisáceo.

—¿Y hacerme matar? —se justifica—. ¿O que me sometieran a un

interrogatorio? ¿En qué ayudaría eso?

—¿Es esto lo que hace ahora? ¿Ayudar?

En vez de responder, se vuelve a mirar por una de las ventanas las

escasas luces que se encienden únicamente en los puntos imprescindibles,

el RUGIDO de una ciudad que se pregunta cuándo va a dar el gran paso

la Respuesta y desde dónde, cuánto daño harán y quién va a poder salvar a

Nueva Prentiss.

Tengo el ruido alzado, enardecido. Cierro los ojos y respiro muy muy

hondo.

«Yo soy el círculo y el círculo soy yo.»

Sin sentir nada, sin inmutarme.

—Ya se estaban acostumbrando a él —dice el alcalde Ledger, sin dejar de

mirar por la ventana—. Lo respaldaban, porque ¿qué son unos cuantos

toques de queda si con eso consigues no salir volando por los aires? Pero

este es un error táctico.

Abro los ojos al oír «táctico», porque me parece una palabra muy rara

para elegir.

—Ahora los hombres tienen miedo —continúa—. Miedo de ser los

siguientes. —Se mira el antebrazo, y frota el lugar donde le colocarían la

cinta—. Políticamente, ha cometido un error.

Entrecierro los ojos.

—¿A usted qué le importa que haya cometido un error? —pregunto—.

¿De qué bando está?

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