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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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El señor Hammar se echa a reír.

Davy retuerce los alicates con un movimiento brusco. La cinta se cierra

sobre la piel a media altura del antebrazo, y la mujer grita, se agarra la cinta y

cae hacia delante, amortiguando el golpe contra el suelo con el brazo libre.

Permanece así un minuto, jadeando.

Lleva el pelo recogido en un moño severo, y el color es una mezcla de

rubio y castaño, como los filamentos de alambre de la parte posterior de un

reproductor de vídeo. En la nuca tiene una pequeña zona de cabellos grises

que han crecido juntos, como un río que atraviesa un terreno polvoriento.

Miro fijamente la zona gris, y dejo que mis ojos se nublen un poco.

«Yo soy el círculo y el círculo soy yo.»

—Levántate para que las sanadoras puedan curarte —le ordena Davy.

Vuelve la vista hacia la fila de mujeres que nos miran desde el vestíbulo

frontal del dormitorio, esperando su turno.

—El chico ha dicho que te levantes —dice el señor Hammar, blandiendo

su rifle.

—No te necesitamos —le ladra Davy con la voz tensa—. Nos las

podemos arreglar perfectamente sin canguro.

—No hago de canguro. Os estoy protegiendo.

La mujer se levanta, con los ojos fijos en mí.

Mi expresión está muerta, eliminada, no está aquí si no tiene que estarlo.

«Yo soy el círculo y el círculo soy yo.»

—¿Dónde tienes el corazón? —pregunta—. ¿Dónde tienes el corazón si

eres capaz de hacer estas cosas?

Y luego se dirige hacia el lugar donde están las sanadoras, a las cuales ya

hemos marcado y que esperan para curarla.

La veo marcharse.

No sé cuál es su nombre.

Su número, en cambio, es el 1484.

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