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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Porque, por descontado, el señor Hammar no tiene ruido.

Davy y yo, en cambio, sí que lo tenemos.

—Solo sonidos amortiguados, Todd —me aclara el alcalde, leyendo mi

pregunta—. ¿Habéis visto las barras de metal que salen de la estructura a

ambos lados de su cabeza?

Señala. Davy y yo las vemos.

—Emiten un zumbido hiriente y continuo en sus oídos —nos explica—.

Amortigua cualquier ruido que pueda llegar de las salas de observación. De

este modo se concentra en el oficial de la Pregunta.

—Para que no se entere de lo que ya sabemos —concluye Davy.

—En efecto —dice el alcalde, algo sorprendido—. Sí, es exactamente eso,

hijo.

Davy sonríe y su ruido resplandece un poco.

—Había una R escrita en azul en la pared de la granja —continúa el señor

Hammar, que sigue dando vueltas alrededor de la mujer—. La bomba era

idéntica a las otras que coloca vuestra organización…

—¡No es mi organización! —se defiende ella, pero él sigue como si

hubiera oído llover.

—Sabemos que has trabajado en ese campo durante este último mes.

—¡Al igual que otras muchas mujeres! —grita, cada vez más y más

desesperada—. Milla Price, Cassia MacRae, Martha Sutpen…

—Entonces, ¿ellas también están involucradas?

—¡No! Yo no he…

—Porque la señora Price y la señora Sutpen ya han sido interrogadas.

La mujer se detiene, con una expresión todavía más asustada.

A mi lado, Davy suelta un risita.

—Pillada —susurra.

Noto en él una extraña sensación de alivio.

Me pregunto si el alcalde la percibe también.

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