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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Me miro los pies.

—Levanta la cabeza, por favor, Todd —dice el alcalde, que está detrás de

nosotros—. ¿Cómo vas a aprender, si no?

Levanto la cabeza.

Nos encontramos al otro lado de un espejo polarizado, en una habitación

pequeña que da al anfiteatro de la Pregunta, que no es más que un cuarto

con paredes altas de cemento y habitaciones espejadas de manera similar a

cada lado. Davy y yo estamos sentados el uno al lado del otro, en un banco

corto.

Mirando.

El señor Hammar levanta la estructura. La mujer sale del agua, coge aire,

forcejea con los brazos atados.

—¿Dónde vives?

El señor Hammar lleva la sonrisa puesta, esa cosa desagradable que casi

nunca abandona su cara.

—En Nueva Prentiss —jadea la mujer—. Nueva Prentiss.

—Correcto. —Observa a la mujer, que tose tan fuerte que vomita sobre

su propio pecho, y entonces él coge una toalla de una mesa adyacente y le

limpia con suavidad la cara, quitándole el vómito en la medida de lo posible.

La mujer sigue jadeando, pero sus ojos no dejan de mirar al señor

Hammar mientras este la limpia.

Parece todavía más asustada que antes.

—¿Por qué lo hace? —pregunta Davy.

—¿El qué?

Davy se encoge de hombros.

—No sé, ser amable.

Yo no digo nada. Intento que mi ruido no diga nada sobre los vendajes

que me puso el alcalde.

Hace ya muchos meses.

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