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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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enmarcaban la puerta.

—Malditas zorras —repite Davy—. Los han liberado.

Noto una extraña sonrisa en el estómago solo de pensarlo.

(¿eso es lo que ha hecho?)

—Ahora tendremos que combatir también contra ellos —se lamenta.

Pero yo ya salto de Angharrad con una sensación de ligereza en la

barriga. «Libres», pienso. «Son libres.»

(¿por eso se unió a ellos?)

Me siento tan…

Tan aliviado.

Aligero el paso a medida que me acerco al boquete, con el rifle entre las

manos, pero tengo la sensación de que no voy a necesitarlo.

(ah, Viola, sabía que podía contar…)

Entonces llego a la abertura y me detengo.

Todo se detiene.

Se me cae el alma a los pies.

—¿Se han ido todos? —pregunta Davy, alcanzándome.

Entonces ve lo que acabo de ver.

—¿Qué…? —dice Davy.

Los zulaques no se han ido.

Siguen aquí.

Todos y cada uno de ellos.

Los mil ciento cincuenta.

Muertos.

—No entiendo nada —dice Davy, mirando a su alrededor.

—Cállate —murmuro.

Los muros de guía se han derrumbado, todo ha quedado reducido a un

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