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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—Cincuenta y seis soldados muertos —me cuenta Davy mientras

bajamos a toda prisa las escaleras de la torre—. Matamos a doce de ellos y

capturamos a una docena más, pero han huido con casi doscientos

prisioneros.

—¿Doscientos? —digo, deteniéndome por un segundo—. ¿Cuánta gente

había en la cárcel?

—Vamos, meón, que mi padre nos espera.

Corro para alcanzarlo. Atravesamos el vestíbulo de la catedral y nos

dirigimos a la puerta principal.

—Malditas zorras. —Davy sacude la cabeza—. Es inaudito lo que son

capaces de hacer. ¡Han volado un barracón donde los hombres estaban

durmiendo!

Salimos de la catedral al caos de la plaza. El humo sigue llegando del

oeste, y lo envuelve todo en una nebulosa. Soldados, solos y en patrullas,

corren en todas direcciones, arrollan a la gente que tienen delante, los

golpean con los rifles. Otros hacen guardia alrededor de grupos de mujeres

de aspecto aterrorizado y de otros grupos, más pequeños, de hombres de

aspecto aterrorizado.

—Pero les hemos dado una lección —continúa Davy con una mueca.

—¿Estuviste allí?

—No. —Mira al rifle—. Pero la próxima vez sí estaré.

—¡David! —oímos—. ¡Todd!

El alcalde cabalga hacia nosotros desde el otro extremo de la plaza, tan

deprisa que los cascos de Morpeth hacen saltar chispas de los adoquines.

—Ha pasado algo en el monasterio —grita—. Id hacia allí. ¡Ahora mismo!

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