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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—Por supuesto —responde, con una expresión algo crispada, como si

masticara algo en mal estado—. Una planta nativa con propiedades

neuroquímicas naturales mezclada con un par de sustancias que pudimos

sintetizar, y ahí lo tienes. El silencio inunda por fin el Nuevo Mundo.

—No todo el Nuevo Mundo.

—No, claro —dice, girándose para mirar por el rectángulo con las manos

recogidas tras la espalda—. La fabricación es muy difícil, ¿sabes? Es un

proceso largo y lento. Apenas conseguimos llegar al objetivo a finales del

año pasado, y eso fue después de veinte años de intentos. Habíamos

fabricado ya una cantidad suficiente para nosotros y estábamos a punto de

empezar a exportarla cuando…

Su voz se va apagando mientras contempla impertérrito la ciudad bajo

sus pies.

—Cuando se rindieron —digo, con mi ruido retumbando, profundo y rojo

—. Como cobardes.

Se vuelve hacia mí; su sonrisa ha desaparecido del todo.

—¿Y por qué debería importarme la opinión de un niño?

—No soy un niño —repito. ¿Todavía tengo los puños cerrados? Sí,

todavía.

—Por supuesto que lo eres. Un hombre sabría cuáles son las elecciones

que deben tomarse cuando uno se enfrenta al olvido.

Entorno los ojos.

—No hay nada que usted pueda enseñarme sobre el olvido.

Parpadea un poco al comprobar en mi ruido la verdad de lo que he dicho,

como si unos destellos brillantes intentaran cegarlo, y entonces se viene

abajo.

—Perdóname —dice—. Yo no soy así. —Se lleva la mano a la cara y la

frota, palpando la hinchazón del ojo—. Ayer mismo, yo era todavía el

benevolente alcalde de una magnífica ciudad. —Parece que se ría de alguna

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