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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—¿Por qué seguimos dándoles la cura si tu padre la está retirando a

todos los demás?

Al día siguiente, Davy y yo estamos almorzando. Los nubarrones se

acumulan en el cielo y es probable que pronto empiece a llover, la primera

lluvia que caerá en mucho tiempo, y va a ser una lluvia fría, pero tenemos

órdenes de seguir trabajando pase lo que pase, de modo que pasamos el día

contemplando cómo los zulaques vierten el primer cemento del mezclador.

Ivan, ya recuperado pero cojeando y con el ruido al rojo, lo ha traído esta

mañana. Me pregunto dónde pensará que está ahora el poder.

—Bueno, así evita que conspiren, ¿no te parece? —dice Davy—. Evita

que se comuniquen entre ellos.

—Pero se comunican chasqueando. —Reflexiono un segundo—. ¿O los

chasquidos no son una forma de comunicarse?

Se encoge de hombros como diciendo: «¿A quién le importa, meón?».

—¿Te queda algún sándwich?

Le paso mi sándwich, sin dejar de vigilar a los zulaques.

—¿No sería mejor que supiéramos lo que piensan? —digo—. ¿No sería

bueno saberlo?

Miro hacia el campo. 1017, como siempre, me está mirando.

Plic. La primera gota de lluvia me cae en la pestaña.

—Mierda —se queja Davy, mirando al cielo.

No para de llover en tres días. La obra está cada vez más sucia, pero el

alcalde nos hace continuar, por lo que pasamos esos tres días resbalando y

deslizándonos por el barro y montando unas enormes lonas impermeables

en sus estructuras para cubrir grandes porciones de terreno.

Davy se ocupa del trabajo interno, da órdenes a los zulaques para que

mantengan en su sitio las estructuras de las lonas. Yo paso la mayor parte

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