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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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humeante, caída en una larga línea, como un borracho cuando se da de

morros contra el suelo y decide quedarse ahí a dormir.

(y hago todo lo posible por no pensar en ella cuando me preguntó cómo

llegar hasta aquí)

(me dijo que era necesario llegar primero)

(oh, Viola, tú no…)

—Si tienen la fuerza suficiente para volar algo tan grande… —dice Davy

a mi derecha, mirando al otro lado del campo. No termina la frase porque es

lo mismo que pensamos los demás, lo que supura en el ruido de todos.

De todos los que tenemos ruido, claro, porque el señor Hammar parece

ser uno de los afortunados.

—Eh, chico —se burla de mí—. ¿Ya eres un hombre?

—¿No tiene que ir a alguna parte, sargento? —pregunta el alcalde, sin

mirarlo.

—Enseguida, señor —contesta el señor Hammar, que me guiña el ojo de

manera cruel y espolea luego a su caballo mientras ordena a sus hombres

que lo sigan.

Bajan por la colina en el descenso más veloz que he visto nunca, y nos

dejan con Ivan y los soldados, cuyo ruido lamenta haber corrido hacia el

monasterio después de oír la explosión de la bomba rastreadora.

Aunque, si lo piensas, es de cajón. Colocas una bomba más pequeña en

un lugar para sacar a la gente del punto donde quieres colocar la bomba

más grande.

En cualquier caso, ¿por qué bombardearon el monasterio?

¿Por qué atacan a los zulaques?

¿Por qué me atacan a mí?

—Soldado Farrow —llama el alcalde.

—Cabo Farrow, en realidad —responde Ivan.

El alcalde gira lentamente la cabeza e Ivan calla porque lo acaba de

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