20.01.2023 Views

La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Mi castigo es trabajar aquí, con ellos.

Mi castigo es que Davy está totalmente al mando.

Mi castigo es que tiene un látigo nuevo.

—Vamos —dice, chasqueándolo contra mis hombros—. ¡Trabaja!

Me doy la vuelta, cada vez más dolorido.

—Si vuelves a pegarme con eso, te voy a arrancar el maldito pescuezo.

Él sonríe, todo dientes, y su ruido es un grito triunfal de alegría.

—Me gustará ver cómo lo intentas, señor Hewitt.

Y se echa a reír.

Me giro hacia la pala. Todos los zulaques de mi grupo me están mirando.

No he dormido y tengo los dedos fríos al sol afilado de la mañana, y no

puedo controlarme y les grito:

—¡Todos a trabajar!

Intercambian algunos chasquidos entre ellos y vuelven a cavar el suelo

con las manos.

Todos menos uno, que se me queda mirando un minuto más.

Yo le aguanto la mirada, echando humo, con el ruido encolerizado y

concentrado en él. El zulaque lo asume en silencio, el aliento convertido en

vapor, provocándome con los ojos a hacer algo. Alza la muñeca, como si se

estuviera identificando, como si yo no supiera quién es, y luego regresa con

los demás, a trabajar la tierra fría, lo más lentamente posible.

1017 es el único que no nos tiene miedo.

Recojo la pala y la clavo con fuerza en la tierra.

—¿Te lo pasas bien? —grita Davy.

Muestro en mi ruido el peor insulto que se me ocurre.

—Oh, mi madre murió hace mucho tiempo —dice—. Igual que la tuya. —

Se echa a reír—. Me pregunto si en la vida real hablaba tanto como lo que

escribió en su librito.

Me enderezo, con el ruido al rojo vivo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!