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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Y caigo al suelo, y el alcalde puede hacer conmigo lo que le plazca.

No quiero hablar de lo que sucede a continuación.

El alcalde deja algunos soldados atrás para vigilar el sanatorio y el resto

me arrastra de vuelta a la catedral. Él no dice nada durante el camino, ni una

sola palabra, mientras yo le suplico que no le haga daño a Viola, prometo y

grito y lloro (cállate) que haré lo que él quiera a cambio de que no le haga

daño.

(cállate, cállate)

Al llegar, me vuelve a atar a la silla.

Y deja que el señor Collins se ponga manos a la obra.

Y…

Y no quiero hablar de ello.

Porque lloro y vomito y suplico y grito su nombre y vuelvo a suplicar y

todo ello me avergüenza tanto que ni siquiera puedo verbalizarlo.

Y durante todo el rato, el alcalde no dice nada. Da vueltas infinitas a mi

alrededor, me oye gritar, me oye suplicar.

Escucha el ruido subyacente.

Me digo a mí mismo que todos estos gritos, todas estas súplicas, sirven

para esconder bajo mi ruido lo que ella me ha contado, para mantenerla a

salvo, para evitar que él lo sepa. Me digo a mí mismo que debo llorar y

suplicar lo más fuerte que pueda para que él no lo pueda oír.

(cállate)

Eso es lo que me digo a mí mismo.

Y no quiero decir nada más.

(cállate de una puñetera vez)

Cuando vuelvo a la torre, ya casi ha amanecido y el alcalde Ledger me

espera despierto, y aunque no estoy en condiciones de hacer nada, me

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