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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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primera explosión.

Pero el ejército no encuentra nada y la furia del alcalde Prentiss va en

aumento e impone cada vez más toques de queda y cada vez más a menudo

retira la cura a sus propios soldados.

Nueva Prentiss es cada día más ruidosa.

—El alcalde niega la misma existencia de la Respuesta —digo.

—Bueno, el presidente puede decir lo que le venga en gana. —El alcalde

Ledger ensarta el pollo con el tenedor—. Pero la gente habla. —Da otro

bocado—. Te aseguro que habla.

Además de los colchones encajados en los salientes de la torre, han

instalado una palangana que llenan con agua fresca por las mañanas y un

pequeño retrete químico en el rincón más oscuro. La comida también ha

mejorado, nos la trae el señor Collins, que después vuelve a cerrar la puerta

con llave.

Catacloc.

Aquí estoy yo, encerrado cada minuto que no paso con Davy. Es

evidente que el alcalde no quiere que vaya a buscar a Viola, por mucho que

hable de confianza.

—No sabemos que sean solo mujeres —digo, intentando ahuyentar a

Viola de mi ruido—. No lo sabemos con total seguridad.

—Un grupo que se hacía llamar la Respuesta tuvo un papel importante en

la guerra de los zulaques, Todd. Bombardeos encubiertos, incursiones

nocturnas, ese tipo de cosas.

—¿Y?

—Y eran todo mujeres. El enemigo no oía nada, ¿comprendes? —Sacude

la cabeza—. Pero al final se salieron de madre e instauraron su propia ley. Al

llegar la paz, atacaron incluso nuestra propia ciudad. Finalmente, nos vimos

obligados a ejecutar a algunas de ellas. Fue un asunto muy desagradable.

—Entonces, si las ejecutaron, ¿cómo van a ser ellas ahora?

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