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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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—Te volvió a drogar, ¿verdad? —pregunta, mirando otra vez hacia

la ventana de colores, como si las respuestas estuvieran allí—. Te

drogó y te abandonó.

Esto me duele como un puñetazo.

Sí que me abandonó.

Y lanzó una bomba que mató a un joven soldado.

—Sí —digo por fin—. Se fue. Se fueron todas.

—No todas. —Se coloca detrás de mí, y se convierte apenas en

una voz en la habitación, una voz que habla fuerte y claro para que

la pueda oír—. Hay cinco sanatorios en esta ciudad. Uno de ellos

conserva todo el personal, otros tres se han visto mermados de

sanadoras y aprendices. Solo en el tuyo se ha producido una

deserción total.

—Corinne se quedó —murmuro, y de pronto me descubro

suplicando—. Atendió a los soldados que resultaron heridos en la

segunda bomba. No lo dudó. Se acercó a los que estaban más

graves e hizo torniquetes y limpió vías respiratorias y…

—Anotado —me interrumpe, aunque sea verdad, aunque me

llamó para que la ayudara y juntas hicimos lo que pudimos hasta

que unos soldados estúpidos no pudieron o no quisieron ver lo que

estábamos haciendo y nos agarraron y se nos llevaron a rastras.

Corinne forcejeó con ellos, pero le pegaron en la cara y ya no pudo

hacer más.

—Por favor, no le hagan daño —repito—. Ella no tiene nada que

ver con esto. Se quedó por elección propia. Intentó ayudar a los…

—¡No voy a hacerle daño! —grita de pronto—. ¡Ya está bien de

temerme! ¡Las mujeres no sufrirán ningún daño mientras yo sea

presidente! ¿Acaso es tan difícil de entender?

Pienso en los soldados que pegaron a Corinne. Pienso en Maddy

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