20.01.2023 Views

La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

el campo contiguo.

Pero los que pueden verme me están mirando.

Y están mirando cómo miro el rifle.

Y no están pensando nada que yo pueda oír.

Entonces, ¿quién sabe lo que están planeando?

Empuño el rifle.

No significa nada. No lo usaré. Lo empuño y ya está.

Ivan se da la vuelta y se dirige a la puerta para irse. Y entonces lo noto.

Un zumbido grave, casi en el umbral auditivo, pero que está ahí. Y va en

aumento.

No me extraña que esté tan cabreado.

El alcalde le ha quitado la cura.

Pasamos el resto de la mañana sacando el forraje con las palas, llenando los

abrevaderos y echando cal a los cagaderos, yo con una sola mano, Davy

con una sola pierna; de todas formas, tardamos más de lo que sería

necesario porque, por mucho que fanfarronee, dudo que Davy quiera

reemprender la tarea de la numeración. Es cierto que ahora ambos vamos

armados, pero tocar a un enemigo que ha estado a punto de matarte

requiere un poco de preparación.

La mañana da paso a la tarde. Por primera vez, en lugar de quedarse toda

la comida para él, Davy me tira un bocadillo, que me da en el pecho.

Comemos y observamos a los zulaques que nos observan, observamos

los cuerpos que arden, observamos a los mil ciento cincuenta zulaques

supervivientes de un ataque que salió mal mal mal. Están apiñados en los

márgenes de los campos que hemos abierto y a lo largo del muro del

monasterio, todo lo lejos que pueden de nosotros y de la pira funeraria.

—Los cuerpos deberían ir a la ciénaga —digo mientras me como el

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!