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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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Solo había visto nieve una vez en mi vida, cuando era demasiado pequeño

para saber que difícilmente la volvería a ver.

Los copos de nieve atraviesan los árboles y caen sobre la carretera, se

posan sobre nuestra ropa y nuestro pelo. Es una nevada silenciosa, y se

hace raro comprobar que el resto parece también más tranquilo, como si

alguien intentara contarte un terrible, terrible secreto.

Pero hace un sol radiante.

Y esto no es nieve.

—Ceniza —escupe Davy cuando una brizna le cae cerca de la boca—.

Están quemando los cadáveres.

Están quemando los cadáveres. Los guardias siguen en lo alto de los muros

de piedra con sus rifles y obligan a los zulaques supervivientes a apilar los

cuerpos de los que murieron. La pira es enorme, más alta que el más alto de

ellos, y cada vez se van añadiendo más cadáveres, transportados por

zulaques con la cabeza gacha y la boca cerrada.

Veo cómo lanzan un cuerpo a lo alto de la pila. Aterriza de lado y se

tambalea, rueda por encima de otros cuerpos, entre las llamas, hasta llegar al

suelo de barro, y se detiene boca arriba, con el pecho lleno de agujeros y la

sangre seca en las heridas…

(un zulaque de ojos inertes, boca arriba en el campamento…)

(un zulaque con un cuchillo en el pecho…)

Respiro hondo y desvío la mirada.

Aparte de algunos chasquidos, los zulaques supervivientes siguen sin

tener ruido. No se oyen gemidos de duelo ni de rabia ni nada en absoluto

ante el desastre que se ven obligados a limpiar.

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