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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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caer al suelo y todo su peso cae sobre mí, me agarran por brazos y piernas,

me tiran de la ropa y del pelo, y grito y aúllo, y uno de ellos me ha quitado

los alicates de la mano y me golpea con fuerza en el codo y el dolor es casi

insoportable…

Y mi único pensamiento, mi único y estúpido pensamiento es…

¿Por qué me atacan a mí? He intentado salvar a 0038.

(pero lo saben, lo saben…)

(saben que soy un asesino…)

Oigo el grito de Davy y llegan los primeros disparos desde lo alto de los

muros de piedra. Más puñetazos y más rasguños, pero también más

disparos, y los zulaques empiezan a dispersarse, cosa que oigo más que

veo, por culpa del dolor que irradia de mi codo.

Y todavía tengo a uno encima, que me araña la espalda hasta que yo,

tumbado con la cara contra la hierba, consigo darme la vuelta y, aunque las

armas siguen disparando y el olor de cordita inunda el aire y los zulaques

corren a refugiarse, este permanece encima de mí, y me araña y me abofetea

sin parar.

Y justo cuando me doy cuenta de que es 0001, la primera de la fila, la

primera a la que he tocado, suena un estallido y la zulaque cae a mi lado

sobre la hierba. Muerta.

Davy se cierne sobre mí con el cañón de la pistola todavía humeante. Le

sangran la nariz y el labio, tiene tantos rasguños como yo, y se tambalea

pronunciadamente hacia un lado.

Pero sonríe.

—Te he salvado la vida, ¿verdad?

Los rifles siguen disparando. Los zulaques continúan huyendo, pero no

tienen a donde ir. Caen y caen y caen.

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