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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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aprieta violentamente los alicates y cierra la tira metálica en la muñeca,

convirtiéndola para siempre en 0001.

Sangra bajo la cinta. El color de la sangre de 0001 es rojo.

(cosa que yo ya sabía)

Sujetándose la muñeca con la otra mano, se aleja de nosotros, sin dejar

de mirarnos, sin pestañear, silenciosa como una maldición.

Ninguno de los zulaques se resiste. Se limitan a esperar en fila y mirar y

mirar y mirar. De vez en cuando se dirigen alguno de sus chasquidos, pero

no hay ruido, no hay forcejeo, no hay resistencia.

Cosa que enfurece más y más a Davy.

—Malditos sean —dice, aguantando con los alicantes el giro de la cinta

un segundo antes de soltarla, para comprobar durante cuánto tiempo puede

hacerlos gemir.

Y luego prueba aguantando uno o dos segundos más.

—¿Qué te ha parecido, eh? —chilla al zulaque mientras este se aleja,

agarrándose la muñeca, con la cabeza vuelta para mirarnos.

0038 es el siguiente de la fila. Es alto, probablemente un varón, delgado

como el que más y seguirá adelgazando porque cualquier idiota se daría

cuenta de que el forraje que sacamos cada mañana no es suficiente para mil

quinientos zulaques.

—Ponle la cinta en el cuello —me ordena Davy.

—¿Cómo? —digo con los ojos muy abiertos—. ¡Ni hablar!

—¡Pónsela en el maldito cuello!

—No pienso…

De pronto se lanza hacia delante, me golpea en la cabeza con la

herramienta y me quita las cintas metálicas de la mano. Caigo de rodillas, me

llevo las manos al cráneo y el dolor me impide alzar la vista durante unos

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