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La pregunta y la respuesta - Patrick Ness

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idea que yo no había pensado, la idea que yo no me había permitido pensar

—. La situación no es tan grave como esperaba. Esperaba una matanza.

Esperaba mi propia muerte, claro, y que la ciudad quedara totalmente

arrasada. Es probable que la rendición fuera una opción estúpida, pero tal

vez el alcalde no esté mintiendo.

A continuación se levantó para contemplar Nueva Prentiss.

—Tal vez —dijo— la guerra ha terminado de verdad.

—¡Eh! —oigo gritar a Davy cuando estoy a punto de llegar al cagadero.

Me giro. Un zulaque se le ha acercado.

Levanta los brazos largos y blancos de un modo que podría ser pacífico y

luego se pone a chasquear, señalando a un grupo de zulaques que han

terminado de derribar una valla. Chasquea y chasquea y señala uno de los

abrevadores vacíos, pero no hay modo de entender lo que dice, porque no

tiene ruido.

Davy se le acerca un poco más, con los ojos muy abiertos, y asiente con

simpatía, pero con una sonrisa peligrosa.

—Sí, claro, tienes sed a causa del trabajo duro —dice—. Por supuesto

que tienes sed, por supuesto, gracias por llamarme la atención sobre eso,

muchas gracias. Y como respuesta, simplemente te diré esto.

Le golpea el rostro con la culata de la pistola. Se oye el crujido de un

hueso y el zulaque cae al suelo sujetándose la mandíbula, pateando al aire

con las largas piernas.

Se oye una oleada de chasquidos alrededor y Davy levanta otra vez la

pistola y encañona a la multitud. Suenan también los percusores de los

rifles en lo alto de la valla, y los soldados apuntan con sus armas. Los

zulaques retroceden, mientras el de la mandíbula rota sigue retorciéndose y

retorciéndose sobre la hierba.

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