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SILENCIOS REVELADOS

Fanzine del curso Didáctica de la lengua y la literatura

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ESCRITURA COLECTIVA

Pasaban los días y aprovechaba cada oportunidad para

verlo, todas las tardes lo esperaba después de su práctica

de fútbol e indudablemente sabía, que había sido flechada

por el extraño sentimiento del amor, difícil de entender por

qué incluso varios años de mi vida llegué a pensar que

alguna fuerza extraña me había arrebatado esa ilusión,

pero ahí estaba él, con su sonrisa contagiosa, sus hoyuelos

en las mejillas y su largo cabello castaño, haciéndome sentir

la mujer más amada.

Aquí en el lugar donde la luz termina e inicia la belleza de la

oscuridad, quiero jurarte mi amor incondicional, decía él,

mientras transcurría la belleza inexplicable que traía

consigo el hermoso atardecer, mi adrenalina se hacía

presente y solo sentía aquellas mariposas de las que muy

comúnmente se escuchaba hablar en los recién

enamorados, - ¡deseo gritar este amor y que me escuchen,

porque mi amor por ti Sira, es verdadero, porque tú me has

hecho descubrir que lo que siento por ti es algo especial y

único y ahora más que nunca estoy dispuesto a luchar por la

confianza de tu padre!-, me recitaba él a la recién nacida

luz de la luna, la presión en mi pecho se hacía presente

porque venía a mi mente que mientras descubría una etapa

que mucho tiempo antes me había jurado no volver a tener.

Así, perdía el amor más puro, a mi primer caballero que me

salvó tantas veces de aquella torre alta rodeada de un mar

de lava, mi padre, del cual yo seguía siendo su tesoro más

valioso, hecho que sin dudas me atormentaba en cada

respirar.

Inconsciente aquella colina se volvió nuestra choza de

encuentros, todos los días en punto de las 7 p.m nos

mirábamos y juntos, mientras comíamos unas ricas “glorias”,

nos tomábamos de la mano y nos faltaban temas, de las

pláticas intensas que teníamos; aquel lugar había pasado a

ser mi favorito, siempre con mis momentos favoritos y mi

nueva persona favorita.

Un día, no muy diferente al resto, yo salía de mi habitación

para desayunar un poco, ya que iba a clases, mi padre

estaba sentado en la cocina y me dijo que me había

preparado unos hotcakes, y había colocado un par de lilas

en el florero junto al plato. Este detalle lo hacía para mí una

vez a la semana para estar más tiempo juntos. Pero eso

dejó de ser así, en cuanto le conté sobre Alonso; esa

mañana me desconcertó un poco, pero me probó que mi

padre no ha dejado de amarme.

Él en particular quería platicarme sobre las relaciones, y el

porqué no quería que estuviera en "tan joven", pero su

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plática me pareció sermón, ya que no era muy

congruente, solo parecía estar en contra. Podía notar

con sus expresiones corporales que él quería decirme

algo más, tal vez un comentario diferente, quizá uno de

apoyo, pues su tono de voz era cabizbajo, pero él no se

atrevió a decirme más. En un momento yo solo asentí

con la cabeza y le dije que me había encantado el

desayuno, hubo un silencio incómodo y él solo me dijo

"de nada Sira".

Yo me fui a clases confundida por la actitud de mi

padre, y decidí que indagarán al respecto en cuanto

volviera a casa, pero a mitad de mi tercera clase, recibí

una llamada de mi madre, que en cuanto escuché el

tono del celular, tragué saliva y un escalofrío me recorrió

todo mi cuerpo, algo no está bien, me dije a mí misma,

respondí la llamada y no pasaron más de 15 segundos

para que yo saliera corriendo del salón con una

desesperación enorme.

Se trataba de mi padre, mis hermanos, mi madre,

estaban en el hospital porque él se desmayó mientras

podaba el jardín, pero eso no era todo, pues al parecer

había algo que yo no sabía. Entró el doctor y fui la

primera en preguntar cruda y directamente qué tenía mi

padre, todos se enmudecieron y bajaron la mirada, el

único con la suficiente voz para hablar fue el doctor,

quien me dijo que se trataba de un cáncer en etapa 4,

que evidentemente, ya no tenía arreglo, y que volvería el

tiempo en algo mucho más preciado la vida misma. No

tuve más que decir y con los ojos envueltos en mares

inmensos, me recosté junto a mi padre y lo tomé de la

mano.

-Entiendo todo, tranquilo-. Fue lo que le dije.

Los próximos días en el hospital fueron una eternidad

demasiado complicada, pues yo solo recordaba con

melancolía el tiempo que pasaba con mi padre cuando

estaba conmigo, sano; no en esa maldita camilla

decaída, lo veía fijamente y no lo reconocía, la imagen

que yo tenía de mi papá era de un hombre fuerte, que

podía con todo, hasta ese instante, aquella enfermedad

que desde que la escuché, la odié por quitarme al

padre alegre que tenía, que se preocupaba por mí, que

era el primero que me preguntaba qué tal me iba, que

me escuchaba y siempre tenía el consejo indicado para

tomar la decisión correcta, “¿por qué él tuvo que

enfermarse?"

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