SILENCIOS REVELADOS
Fanzine del curso Didáctica de la lengua y la literatura
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ESCRITURA COLECTIVA
PÁGINA 23
UN CAMINO
Reconozco que la trayectoria al cumplir tus sueños es tempestuosa, pasan demasiados episodios en esta serie de
comedia trágica llamada vida, aún recuerdo aquellos tiempos donde tenía a mi “familia”.
Érase una vez, hace un par de años, quizá seis o siete, cuando estudiábamos una licenciatura en aquella escuela de
artes, éramos un grupo variado, y como en toda sociedad, había pequeñas etnias, la gente de altos recursos, las
personas que tienen un gran gusto por la danza y el movimiento, los que se expresan más con imágenes que con
palabras, y por último, aquellos que usan el sonido para comunicarse, esa gente rara que buscaba la atención de las
masas a partir de cantos y ruidos con cuerdas y tambores.
Mi “familia” era parte del expresionismo por imágenes, eran las mejores, para mí era un honor poder ser parte de
ellas; su trazo, la manera de plasmar su imaginación en el lienzo, el cómo hacían danzar los pinceles con elegancia,
con esa magia que le daba cada matiz con aquellos colores maduros y crudos brindados por la sangre de tinta y las
lágrimas de pintura, aunque es verdad que no entendía en aquel tiempo el odio a los toca cuerdas golpea tambores,
lo peor es que yo también llegué a odiarlos por influencia de mi “familia”.
Un día decidimos hacer nuestro arte por fuera, queríamos mostrar al mundo cómo emitíamos el mensaje desde
nuestros corazones hasta aquellos símbolos y trazos coloridos pero tristes, monótonos pero alegres, simples pero
incomprensibles. En aquel momento nos dimos cuenta de algo, aquel lugar donde realizaríamos nuestro mensaje,
aquel lugar que sería nuestro hogar ese día soleado, era ocupado por los odiados, por aquellos faltos de atención,
por los músicos, esos toca cuerdas y golpea tambores. La “madre” de mi “familia” nos prohibía acercarnos a ellos,
decía que sus palabras nos llegarían a la mente para envenenarla con sus mentiras sonoras, que su latido
guitarrístico cambiaría nuestro trazo, cambiaría la danza de nuestro pincel por un caótico escenario ruidoso y
fastidioso.
Era curioso, todos aquellos instrumentos comenzaron a acompañar a nuestros lienzos con sonidos armónicos, con
sonidos que, admito, llegaron a ser más hermosos que el trazo de muchas de mis “hermanas”. Desconozco si era
pecado el admirar a aquellos musiquillos, pero la “madre” de lo que yo creía mi “familia”, me castigó, me reprendió
de un modo monstruoso, de una manera que rompió mi trazo en mil pedazos, al igual que mi corazón, ella manchó
con lágrimas de pintura aquello que yo quería emitir al mundo, con pintura naranja arruinó mis uvas, con tristes grises
deprimió mi arcoiris, ella, la “madre”, arruinó mi lienzo.
Mis “hermanas” se burlaron de mí, fue curioso, aquellas que yo creía mi “familia” fueron malas conmigo, mientras
aquellos que yo repudia, aquellos rasga-guitarras, toca cuerdas, golpea tambores, aquellos que tontamente odié,
aquellos libros que juzgué por su portada, me brindaron la mano, me dieron sus hombros para apoyarme, para
levantarme, y en su ruido armonioso encontré algo que amé más que trazar sobre lienzos.