El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_
en un proyecto: América no es tanto una tradición que continuar como unfuturo que realizar. Proyecto y utopía son inseparables del pensamientohispanoamericano, desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días. Elegía ycrítica, lo son del peninsular —incluyendo a Unamuno, el poeta elegiaco, ya Ortega y Gasset, el filósofo crítico.En los países suramericanos es más perceptible la dualidad anterior. Lapersonalidad de los dirigentes es más neta y más radical su oposición a latradición hispánica. Aristócratas, intelectuales y viajeros cosmopolitas, nosolamente conocen las nuevas ideas, sino que frecuentan a los nuevoshombres y a las nuevas sociedades. Miranda participa en la Revoluciónfrancesa y combate en Valrny. Bello vive en Londres. Los años deaprendizaje de Bolívar transcurren en esa atmósfera que prepara a loshéroes y a los príncipes: desde niño se le educa para libertar y paragobernar. Nuestra Revolución de Independencia es menos brillante, menosrica en ideas y frases universales y más determinada por las circunstanciaslocales. Nuestros caudillos, sacerdotes humildes y oscuros capitanes, notienen una noción tan clara de su obra. En cambio, poseen un sentido másprofundo de la realidad y escuchan mejor lo que, a media voz y en cifra, lesdice el pueblo.Estas diferencias influyen en la historia posterior de nuestros países. LaIndependencia suramericana se inicia con un gran movimiento continental:San Martín libera medio continente, Bolívar otro medio. Se crean grandesEstados, Confederaciones, anfictionías. Se piensa que la emancipación deEspaña no acarreará la desmembración del mundo hispánico. Al pocotiempo la realidad hace astillas todos esos proyectos. El proceso dedisgregación del Imperio español se mostró más fuerte que la clarividenciade Bolívar.En suma, en el movimiento de Independencia pelean dos tendenciasopuestas: una, de origen europeo, liberal y utópica, que concibe a laAmérica española como un todo unitario, asamblea de naciones libres; otra,tradicional, que rompe lazos con la Metrópoli sólo para acelerar el procesode dispersión del Imperio.
La Independencia hispanoamericana, como la historia entera de nuestrospueblos, es un hecho ambiguo y de difícil interpretación porque, una vezmás, las ideas enmascaran a la realidad en lugar de desnudarla o expresarla.Los grupos y clases que realizan la Independencia en Suraméricapertenecían a la aristocracia feudal nativa; eran los descendientes de loscolonos españoles, colocados en situación de inferioridad frente a lospeninsulares. La Metrópoli, empeñada en una política proteccionista, poruna parte impedía el libre comercio de las colonias y obstruía su desarrolloeconómico y social por medio de trabas administrativas y políticas; por laotra, cerraba el paso a los «criollos» que con toda justicia deseaban ingresara los altos empleos y a la dirección del Estado. Así pues, la lucha por laIndependencia tendía a liberar a los «criollos» de la momificada burocraciapeninsular aunque, en realidad, no se proponía cambiar la estructura socialde las colonias. Cierto, los programas y el lenguaje de los caudillos de laIndependencia recuerdan al de los revolucionarios de la época. Eransinceros, sin duda. Aquel lenguaje era «moderno», eco de losrevolucionarios franceses y, sobre todo, de las ideas de la Independencianorteamericana. Pero en la América sajona esas ideas expresaban realmentea grupos que se proponían transformar el país conforme a una nuevafilosofía política. Y aun más: con esos principios no intentaban cambiar unestado de cosas por otro sino, diferencia radical, crear una nueva nación. Enefecto: los Estados Unidos son, en la historia del siglo XIX, una novedadmundial, una sociedad que crece y se extiende naturalmente. Entre nosotros,en cambio, una vez consumada la Independencia las clases dirigentes seconsolidan como las herederas del viejo orden español. Rompen con Españapero se muestran incapaces de crear una sociedad moderna. No podía ser deotro modo, ya que los grupos que encabezaron el movimiento deIndependencia no constituían nuevas fuerzas sociales, sino la prolongacióndel sistema feudal. La novedad de las nuevas naciones hispanoamericanases engañosa; en verdad se trata de sociedades en decadencia o en forzadainmovilidad, supervivencias y fragmentos de un todo deshecho. El Imperioespañol se dividió en una multitud de Repúblicas por obra de las oligarquíasnativas, que en todos los casos favorecieron o impulsaron el proceso de
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en un proyecto: América no es tanto una tradición que continuar como un
futuro que realizar. Proyecto y utopía son inseparables del pensamiento
hispanoamericano, desde fines del siglo XVIII hasta nuestros días. Elegía y
crítica, lo son del peninsular —incluyendo a Unamuno, el poeta elegiaco, y
a Ortega y Gasset, el filósofo crítico.
En los países suramericanos es más perceptible la dualidad anterior. La
personalidad de los dirigentes es más neta y más radical su oposición a la
tradición hispánica. Aristócratas, intelectuales y viajeros cosmopolitas, no
solamente conocen las nuevas ideas, sino que frecuentan a los nuevos
hombres y a las nuevas sociedades. Miranda participa en la Revolución
francesa y combate en Valrny. Bello vive en Londres. Los años de
aprendizaje de Bolívar transcurren en esa atmósfera que prepara a los
héroes y a los príncipes: desde niño se le educa para libertar y para
gobernar. Nuestra Revolución de Independencia es menos brillante, menos
rica en ideas y frases universales y más determinada por las circunstancias
locales. Nuestros caudillos, sacerdotes humildes y oscuros capitanes, no
tienen una noción tan clara de su obra. En cambio, poseen un sentido más
profundo de la realidad y escuchan mejor lo que, a media voz y en cifra, les
dice el pueblo.
Estas diferencias influyen en la historia posterior de nuestros países. La
Independencia suramericana se inicia con un gran movimiento continental:
San Martín libera medio continente, Bolívar otro medio. Se crean grandes
Estados, Confederaciones, anfictionías. Se piensa que la emancipación de
España no acarreará la desmembración del mundo hispánico. Al poco
tiempo la realidad hace astillas todos esos proyectos. El proceso de
disgregación del Imperio español se mostró más fuerte que la clarividencia
de Bolívar.
En suma, en el movimiento de Independencia pelean dos tendencias
opuestas: una, de origen europeo, liberal y utópica, que concibe a la
América española como un todo unitario, asamblea de naciones libres; otra,
tradicional, que rompe lazos con la Metrópoli sólo para acelerar el proceso
de dispersión del Imperio.