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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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que hablar en plural y decir las propiedades eclesiásticas; eran muchas: las

de la Iglesia secular, las de las órdenes religiosas, las de los conventos, etc.

En segundo lugar, esas propiedades no eran bienes individuales sino que

pertenecían a distintas colectividades. En este sentido, se parecían más bien

a la propiedad comunal de los pueblos. Así lo vieron Juárez y los liberales,

que decretaron al mismo tiempo la desaparición de ambas modalidades. El

latifundismo del régimen porfirista fue una consecuencia de la reforma

liberal. La propiedad eclesiástica, si usted quiere, también podría parecerse

a la de las modernas compañías y consorcios por acciones. En esas

compañías no es tanto la voluntad de los accionistas individuales lo que

cuenta como la de la burocracia técnica que las rige. Algo semejante ocurría

con las propiedades de los conventos, las órdenes y los obispados. Pero

sería una exageración comparar a las empresas capitalistas modernas con la

Iglesia de Nueva España. Después de todo, el ánimo ostensible de estas

corporaciones es el lucro, mientras que ni el más primario anticlericalismo

puede reducir la función de la Iglesia en esos siglos a la mera ganancia. Hay

que examinar de nuevo la naturaleza social e histórica de Nueva España. Es

una de las omisiones de El laberinto de la soledad y me gustaría escribir

sobre esto. Insinué algo en el prólogo al libro de Lafaye sobre Guadalupe y

Quetzalcóatl. Lafaye parte de la idea de que la historia de México es una

desde el mundo precolombino hasta nuestros días; yo creo que no, que hay

una ruptura y varias interrupciones. En realidad, estamos ante tres

sociedades distintas. La primera es la precolombina, a su vez dividida en el

periodo, el más alto de esa civilización, llamado de las grandes teocracias

(Teotihuacan, Palenque, Monte Albán, etc.) y después el periodo de las

ciudades-Estados militaristas, que empieza en Tula y tiene su apogeo en

Tenochtitlan. Aquí se sitúa el gran corte de la Conquista. Ésa es la línea de

separación. En el siglo XVII surge la nueva sociedad: la sociedad criolla,

dependiente de España pero cada vez más autónoma. Nueva España es

creadora original en la arquitectura, en el arte de gobernar, en la poesía, en

el urbanismo, en la cocina, en las creencias. A fines del siglo XVII nace un

proyecto nacional, el primero de México: hacer de la Nueva España una

España otra, el Imperio de la América Septentrional. Es un reflejo doble de

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