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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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poblaciones indias. Y algunas líneas después añade que en realidad se

trataba de una religión «petrificada». ¿Cómo conciliar estos dos aspectos?

Hay que partir de un hecho: el sincretismo. Cuando los españoles

llegaron a México, se encontraron con la sociedad azteca. En el templo

mayor de México se levantaba la imagen de Huitzilopochtli, que era el dios

tribal azteca, y la imagen de Tláloc, el dios de la lluvia. Este dios no era

azteca, era un dios anterior. El primero que describió —con penetración—

el sincretismo del Estado azteca fue Jacques Soustelle en La pensée

cosmologique des anciens mexicains. La versión de la civilización

occidental que llegó a México también era sincretista. Por un lado, el

sincretismo católico, que había asimilado la antigüedad grecolatina y los

dioses de los orientales y de los bárbaros; por el otro, el sincretismo

español. Los siglos de lucha con el Islam habían perneado la conciencia

religiosa de los españoles: la noción de cruzada y de guerra santa es

cristiana pero también es profundamente musulmana. Hay que comparar la

actitud de los españoles con la de los ingleses, los holandeses y los

franceses: ninguno de ellos tiene esa idea española de «misión», cuyas

raíces son medievales y musulmanas. Bernal Díaz del Castillo, al ver los

templos de Tenochtitlan, habla de «mezquitas». Para él, como para Cortés,

los indios eran «los otros» y los otros eran, por antonomasia, los

musulmanes.

Los españoles derriban las estatuas de los dioses, destruyen los templos,

queman los códices y aniquilan a la casta sacerdotal. Es como si hubiesen

quitado los ojos, los oídos, el alma y la memoria al pueblo indígena. Al

mismo tiempo, el catolicismo les da una visión del mundo y del trasmundo;

les da un estatuto y les ofrece un cielo; los bautiza, es decir, les abre las

puertas de un orden distinto. El catolicismo fue un refugio porque era una

religión sincretista: al bautizar a los indios, bautizó a sus creencias y dioses.

Pero el catolicismo, además, era una religión a la defensiva. El catolicismo

que vino a México era el de la Contrarreforma. En la Universidad de

México, la más antigua de América, se enseñaba el neotomismo; es decir, la

cultura mexicana nace con la filosofía que en ese momento el Occidente

abandonaba. El sentido de la oposición del México tradicional frente al

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