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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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la revuelta de los campesinos mexicanos en el Sur. Esta revuelta fue

vencida militarmente y su jefe, ZZapata, asesinado. Después,

ideológicamente, fue expropiada y desfigurada por los vencedores. La

facción triunfante concibió al ejido en términos predominantemente

económicos. Ahora bien, como sistema de producción el ejido es inferior a

la agricultura capitalista. Pero el ejido no sirve para producir más sino para

vivir mejor —para vivir de una manera diferente, más justa, armoniosa y

libre que la actual—. Su función consiste en ser la base económica de un

tipo de sociedad que está igualmente lejos del modelo capitalista y del

modelo que, sin mucha exactitud, se llama socialista.

El movimiento zapatista fue una verdadera revuelta, un volver al revés

las cosas, un regreso al principio. Su fundamento era histórico porque los

campesinos querían volver a la propiedad comunal de la tierra; al mismo

tiempo, estaban inspirados por un mito: la edad de oro del comienzo. La

revuelta tenía una intensa coloración utópica: querían crear una comunidad

en la cual las jerarquías no fuesen de orden económico sino tradicional y

espiritual. Una sociedad hecha a imagen y semejanza de las aldeas del

neolítico: económicamente autosuficientes, igualitarias —salvo por las

jerarquías «naturales»: padres e hijos, hombres y mujeres, viejos y jóvenes,

casados y solteros, etc.— y en las cuales se reducía al mínimo la autoridad

política y la religiosa, es decir, se eliminaba a las dos burocracias: la estatal

y la eclesiástica. Un hecho significativo: los zapatistas llevaban estandartes

e insignias de la Virgen de Guadalupe; eran religiosos pero no clericales.

Tampoco eran nacionalistas: la realidad que conocían y defendían era el

pueblo, la pequeña comunidad de agricultores y artesanos, no las

abstracciones crueles que son la Nación y el Estado. Si hubiera podido,

ZZapata habría quemado la silla presidencial. Soto y Gama, en su famoso

discurso en la Convención, estrujó la bandera nacional y la llamó: este

trapo.

Este concepto de utopía vuelve a aparecer periódicamente en la historia

mexicana: en tiempos de la Conquista, con los misioneros, en el siglo XIX,

con el liberalismo; y a principios del siglo XX con el zapatismo.

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