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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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progreso. En México, con los mismos esquemas verbales e intelectuales, en

realidad fue la máscara de un orden fundado en el latifundismo. El

positivismo mexicano introdujo cierto tipo de mala fe en las relaciones con

las ideas. Equívoco no sólo entre la realidad social —neolatifundismo,

caciquismo, peonaje, dependencia económica del imperialismo— y las

ideas que pretendían justificarla sino aparición de un tipo de mala fe

particular, pues se introducía en la conciencia misma de los positivistas

mexicanos. Se produjo una escisión psíquica: aquellos señores que juraban

por Comte y por Spencer no eran unos burgueses ilustrados y demócratas

sino los ideólogos de una oligarquía de terratenientes.

Hay que mencionar, además, los trabajos de un grupo más joven, el

grupo Hiperión. También eran discípulos de José Gaos y en ellos fue muy

profunda la influencia de la filosofía que en aquellos años estaba en boga, el

existencialismo, sobre todo en la versión francesa de Sartre y Merleau

Ponty. Uno de estos jóvenes, Luis Villoro, examinó con penetración la

primera etapa de la Independencia desde la perspectiva de la historia de las

ideas; quiero decir: analizó la relación entre los caudillos revolucionarios,

Hidalgo especialmente, y las ideas que profesaban. Otros hicieron brillantes

análisis psicológicos, como el ensayo de Portilla sobre el relajo. En general,

esos muchachos trataron de hacer una «filosofía del mexicano» o de «lo

mexicano». Incluso uno de ellos —una inteligencia excepcional: Emilio

Uranga— habló de «ontología del mexicano». En cuanto a mí: yo no quise

hacer ni ontología ni filosofía del mexicano. Mi libro es un libro de crítica

social, política y psicológica. Es un libro dentro de la tradición francesa del

«moralismo». Es una descripción de ciertas actitudes, por una parte y, por la

otra, un ensayo de interpretación histórica. Por eso no tiene que ver, a mi

juicio, con el examen de Ramos. Él se detiene en la psicología; en mi caso,

la psicología no es sino un camino para llegar a la crítica moral e histórica.

Y en El laberinto usted dice que la tipología tal como la establece Ramos

tendría que ser superada por el psicoanálisis.

Sí. Una de las ideas ejes del libro es que hay un México enterrado pero

vivo. Mejor dicho: hay en los mexicanos, hombres y mujeres, un universo

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