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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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su pensamiento religioso y cosmológico. A este dualismo —rasgo distintivo

de los nahuas y que quizá sea una característica de todos los indios

americanos— se superpuso otro de orden histórico: la amalgama de las

concepciones de los pueblos sedentarios de la Meseta con las de los

nómadas que habían sido los aztecas. Religión solar y religión agrícola,

observa Jacques Soustelle. Al sincretismo en la religión y la cosmología

corresponde un arte híbrido que va de lo sublime a lo grotesco y del estilo

oficial al patético. Nuestros críticos de arte se extasían ante la estatua de

Coatlicue, enorme bloque de teología petrificada. ¿La han visto? Pedantería

y heroísmo, puritanismo sexual y ferocidad, cálculo y delirio: un pueblo de

soldados y sacerdotes, astrólogos y sacrificadores. También de poetas: ese

mundo de colores brillantes y pasiones sombrías estaba atravesado por

breves, prodigiosos relámpagos de poesía. Y en todas las manifestaciones

de esa nación extraordinaria y terrible, de los mitos astronómicos a las

metáforas de los poetas y de los ritos diarios a las meditaciones de los

sacerdotes, la obsesión, el olor, el tufo de la sangre. Como esas ruedas de

suplicios que aparecen en las novelas de Sade, el año azteca era un círculo

de dieciocho meses empapados de sangre; dieciocho ceremonias, dieciocho

maneras de morir: por flechamiento o por inmersión en el agua o por

degollación o por desollamiento… Danza y penitencia.

¿Por cuál aberración religiosa y social una ciudad de la hermosura de

México-Tenochtitlan fue el teatro de agua, piedra y cielo de un alucinante

ballet fúnebre? ¿Y por cuál ofuscación del espíritu nadie entre nosotros —

no pienso en los nacionalistas trasnochados sino en los sabios, los

historiadores, los artistas y los poetas— quiere ver y admitir que el mundo

azteca es una de las aberraciones de la historia? El caso azteca es único

porque su crueldad era el fruto de un sistema de impecable e implacable

coherencia, un irrefutable silogismo-puñal. El puritanismo sexual, la

represión de los sentidos y el peso aplastante de lo sagrado podrían explicar

esa violencia, pero no es ella lo que asombra y paraliza, sino los métodos

realistas al servicio de una metafísica a un tiempo rigurosamente racional y

delirante, la insensata siega de vidas ante una razón petrificada. No el furor

homicida de Gengis Khan o de Timur ni la embriaguez en el asesinato y el

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