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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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Turbantes Amarillos no representaba una alternativa nacional… En suma,

para que una revuelta campesina prospere es indispensable que coincida

con una crisis profunda del poder central en las ciudades. En México

todavía no se produce esa conjunción.

Tres conclusiones se desprenden de mi análisis: en primer término, la crisis

de México es una consecuencia del cambio en la estructura social y de la

aparición de nuevas clases —es una crisis del México desarrollado—; en

segundo lugar, sólo una solución democrática permitirá que se planteen los

graves problemas del país, en especial el de la integración del México

subdesarrollado o marginal, y que se adopte una política de verdad

nacional, lo mismo en el exterior que en el interior; por último, si el

régimen impidiese la solución democrática, el resultado no sería el statu

quo sino una situación de inmovilidad forzada que terminaría por provocar

una explosión y la recaída en el ciclo de la anarquía a la dictadura.

No faltará quien advierta que en este esquema no aparece la otra

solución, la extrema: la solución revolucionaria. Sobre esto ya me he

explicado en estas páginas. Además, depende de lo que se entiende por

revolución: si es lo que ha entendido Occidente desde el nacimiento de la

edad moderna, ya he expuesto en varias obras (Corriente alterna y

Conjunciones y disyunciones) mi creencia: asistimos al fin de la época de

las revoluciones en los países desarrollados. ¿Y en los subdesarrollados?

Sin duda nos aguarda un periodo de grandes revueltas y cambios profundos;

esas transformaciones serán inmensas pero no sé si sea legítimo llamarlas

revoluciones, en el sentido riguroso del término. Experimento la misma

duda, por lo demás, ante las revoluciones de esa primera mitad del siglo. No

es ésta la ocasión para tratar el tema; diré solamente que es algo más que

una querella lingüística. En todo caso, la historia de la edad moderna nos

muestra que, por lo visto, hay dos clases de revoluciones: aquéllas que son

consecuencia del desarrollo (el histórico, económico y social tanto como el

cultural) y cuyo ejemplo más perfecto es la Revolución francesa; y aquellas

otras que estallan a causa precisamente de un desarrollo insuficiente. A

estas últimas son a las que no sé si les conviene el nombre de revolución.

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