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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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la Revolución propiamente dicha terminó en la década que va de 1940 a

1950. Desde entonces el desarrollo económico y la industrialización se han

convertido en los objetivos inmediatos y primordiales del régimen. El

iniciador de esta política fue Miguel Alemán, un presidente no menos

enérgico que Cárdenas. En 1946 Alemán cambió otra vez el nombre del

Partido, que ahora se llama, intrépidamente y como una curiosa ilustración

de las paradojas de la política más que de la lógica: Partido Revolucionario

Institucional.

Los tres nombres del Partido reflejan los tres momentos del México

moderno: la creación del nuevo Estado, la reforma social y el desarrollo

económico. Pero ninguna de las tendencias que caracterizan a estos tres

momentos surgió del Partido sino de arriba, de la presidencia y sus

consejeros. ¡Ninguna idea y ningún programa en los cuarenta años que lleva

de vida! El Partido no es una agrupación política en el sentido recto de la

palabra: ni su forma de reclutamiento es democrática ni en su seno se

elaboran programas y estrategias para realizarlos. Es un organismo

burocrático que cumple funciones político-administrativas. Su misión

principal es la dominación política, no por la fuerza física sino por el

control y la manipulación de los grupos populares, a través de las

burocracias que dirigen los sindicatos obreros y las asociaciones de los

campesinos y la clase media. En esta tarea cuenta con la protección del

poder público y con la benévola neutralidad, cuando no con el apoyo

descarado, de la casi totalidad de los medios de información: el monopolio

político implica no sólo el control de las organizaciones populares sino el de

la opinión pública. Al mismo tiempo, el Partido es un órgano de

exploración de la conciencia popular y de sus aspiraciones y tendencias. Es

una función capital y que, en el pasado, le dio flexibilidad, vitalidad y aun

popularidad, pero que ahora, debido a su organización jerárquica y a la

esclerosis que lo paraliza más y más, cumple con creciente ineficacia. La

sordera del pri aumenta en proporción directa al aumento del clamor

popular.

Por sus funciones y por el uso inmoderado de una jerga radical, el PRI

podría parecerse a los partidos comunistas del Este europeo: uno y otros son

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