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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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nuestro mundo. Pero no nos basta con esa mentira de amor que entraña la

existencia de la prostitución; en algunos círculos se aflojan los lazos que

hacen intocable al matrimonio y reina la promiscuidad. Ir de cama en cama

no es ya, ni siquiera, libertinaje. El seductor, el hombre que no puede salir

de sí porque la mujer es siempre instrumento de su vanidad o de su

angustia, se ha convertido en una figura del pasado, como el caballero

andante. Ya no se puede seducir a nadie, del mismo modo que no hay

doncellas que amparar o entuertos que deshacer. El erotismo moderno tiene

un sentido distinto al de un Sade, por ejemplo; Sade era un temperamento

trágico, poseído de absoluto; su obra es una revelación explosiva de la

condición humana. Nada más desesperado que un héroe de Sade. El

erotismo moderno casi siempre es una retórica, un ejercicio literario y una

complacencia. No es una revelación del hombre sino un documento más

sobre una sociedad que estimula el crimen y condena al amor. ¿Libertad de

la pasión? El divorcio ha dejado de ser una conquista. No se trata tanto de

facilitar la anulación de los lazos ya establecidos, sino de permitir que

hombres y mujeres puedan escoger libremente. En una sociedad ideal, la

única causa de divorcio sería la desaparición del amor o la aparición de uno

nuevo. En una sociedad en que todos pudieran elegir, el divorcio sería un

anacronismo o una singularidad, como la prostitución, la promiscuidad o el

adulterio.

La sociedad se finge una totalidad que vive por sí y para sí. Pero si la

sociedad se concibe como unidad indivisible, en su interior está escindida

por un dualismo que acaso tiene su origen en el momento en que el hombre

se desprende del mundo animal y, al servirse de sus manos, se inventa a sí

mismo e inventa conciencia y moral. La sociedad es un organismo que

padece la extraña necesidad de justificar sus fines y apetitos. A veces los

fines de la sociedad, enmascarados por los preceptos de la moral dominante,

coinciden con los deseos y necesidades de los hombres que la componen.

Otras, contradicen las aspiraciones de fragmentos o clases importantes. Y

no es raro que nieguen los instintos más profundos del hombre. Cuando esto

último ocurre, la sociedad vive una época de crisis: estalla o se estanca. Sus

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