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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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razón. ¿Puede alguien afirmar que era racional el estalinismo?, ¿es racional

el empleo de la «dialéctica» por los comunistas y no se trata, simplemente,

de una racionalización de ciertas obsesiones, como sucede con otra clase de

neurosis? Y la «teoría de la dirección colectiva», la de los «caminos

diversos hacia el socialismo», el escándalo de Pasternak y… ¿todo esto es

racional? Por su parte, ningún intelectual europeo de izquierda, ningún

«marxólogo», se ha inclinado sobre el rostro borroso e informe de las

revoluciones agrarias y nacionalistas de América Latina y Oriente para

tratar de entenderlas como lo que son: un fenómeno universal que requiere

una nueva interpretación. Por supuesto que es aún más desolador el silencio

de la «inteligencia» latinoamericana y asiática, que vive en el centro del

torbellino. Claro está que no sugiero abandonar los antiguos métodos o

negar al marxismo, al menos como instrumento de análisis histórico. Pero

nuevos hechos —y que contradicen tan radicalmente las previsiones de la

teoría— exigen nuevos instrumentos. O, por lo menos, afilar y aguzar los

que poseemos. Con mayor humildad y mejor sentido Trotski escribía, un

poco antes de morir, que si después de la segunda Guerra Mundial no surgía

una revolución en los países desarrollados quizá habría que revisar toda la

perspectiva histórica mundial.

LA REVOLUCIÓN mexicana desemboca en la historia universal. Nuestra

situación, con diferencias de grado, sistema y «tiempo histórico», no es

muy diversa a la de muchos otros países de América Latina, Oriente y

África. Aunque nos hemos liberado del feudalismo, el caudillismo militar y

la Iglesia, nuestros problemas son, esencialmente, los mismos. Esos

problemas son inmensos y de difícil resolución, Muchos peligros nos

acechan. Muchas tentaciones, desde el «gobierno de los banqueros» —es

decir: de los intermediarios— hasta el cesarismo, pasando por la demagogia

nacionalista y otras formas espasmódicas de la vida política. Nuestros

recursos materiales son escasos y todavía no nos enseñamos del todo a

usarlos. Más pobres aún son nuestros instrumentos intelectuales. Hemos

pensado muy poco por cuenta propia; todo o casi todo lo hemos visto y

aprehendido en Europa y los Estados Unidos. Las grandes palabras que

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