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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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atrasados precipitarían y aun desencadenarían el cambio revolucionario en

los países capitalistas. Se trataba de romper la cadena imperialista por el

eslabón más débil…

Como es sabido, el esfuerzo que realizan los países «subdesarrollados»

por industrializarse es, en cierto sentido, antieconómico e impone grandes

sacrificios a la población. En realidad, se trata de un recurso heroico, en

vista de la imposibilidad de elevar el nivel de vida de los pueblos por otros

medios. Ahora bien, como solución mundial la autarquía es, a la postre,

suicida; como remedio nacional, es un costoso experimento que pagan los

obreros, los consumidores y los campesinos. Pero el nacionalismo de los

países «subdesarrollados» no es una respuesta lógica sino la explosión fatal

de una situación que las naciones «adelantadas» han hecho desesperada y

sin salida. En cambio, la dirección racional de la economía mundial —es

decir, el socialismo— habría creado economías complementarias y no

sistemas rivales. Desaparecido el imperialismo y el mercado mundial de

precios regulado, es decir, suprimido el lucro, los pueblos

«subdesarrollados» hubieran contado con los recursos necesarios para llevar

a cabo su transformación económica. La revolución socialista en Europa y

los Estados Unidos habría facilitado el tránsito —ahora sí de una manera

racional y casi insensible— de todos los pueblos «atrasados» hacia el

mundo moderno.

La historia del siglo XX hace dudar, por lo menos, del valor de estas

hipótesis revolucionarias y, en primer término, de la función universal de la

clase obrera como encarnación del destino del mundo. Ni con la mejor

buena voluntad se puede afirmar que el proletariado ha sido el agente

decisivo en los cambios históricos de este siglo.

Las grandes revoluciones de nuestra época —sin excluir a la soviética—

se han realizado en países atrasados y los obreros han representado un

segmento, casi nunca determinante, de grandes masas populares

compuestas por campesinos, soldados, pequeña burguesía y miles de seres

desarraigados por las guerras y las crisis. Esas masas informes han sido

organizadas por pequeños grupos de profesionales de la revolución o del

«golpe de Estado». Hasta las contrarrevoluciones, como el fascismo y el

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