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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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de la Organización de los Estados Americanos. Ante la inestable situación

mundial —reflejo, fundamentalmente, del desequilibrio entre los «grandes»

y los «subdesarrollados»— parecería natural que se hubiese hecho algo

realmente apreciable en este campo. Lo cierto es que las sumas que se

destinan a este objeto resultan irrisorias, sobre todo si se piensa en lo que

gastan las grandes potencias en preparativos militares. Empeñadas en ganar

la guerra de mañana por medio de pactos guerreros con gobiernos efímeros

e impopulares, ocupadas en la conquista de la luna, olvidan lo que ocurre en

el subsuelo del planeta. Es evidente que nos encontramos frente a un muro

que, solos, no podemos ni saltar ni perforar. Nuestra política exterior ha

sido justa pero sin duda podríamos hacer más si nos unimos a otros pueblos

con problemas semejantes a los nuestros. La situación de México, en este

aspecto, no es distinta a la de la mayoría de los países latinoamericanos,

asiáticos y africanos.

La ausencia de capitales puede remediarse de otra manera. Existe, ya lo

sabemos, un método de probada eficacia. Después de todo, el capital no es

sino trabajo humano acumulado. El prodigioso desarrollo de la Unión

Soviética —otro tanto podrá decirse, en breve, de China— no es más que la

aplicación de esta fórmula. Gracias a la economía dirigida, que ahorra el

despilfarro y la anarquía inherentes al sistema capitalista, y al empleo

«racional» de una inmensa mano de obra, dirigida a la explotación de unos

recursos también inmensos, en menos de medio siglo la Unión Soviética se

ha convertido en el único rival de los Estados Unidos. Pero nosotros no

tenemos ni la población ni los recursos, materiales y técnicos, que exige un

experimento de tales proporciones (para no hablar de nuestra vecindad con

los Estados Unidos y de otras circunstancias históricas). Y, sobre todo, el

empleo «racional» de la mano de obra y la economía dirigida significan,

entre otras cosas, el trabajo a destajo (estajanovismo), los campos de

concentración, las labores forzadas, la deportación de razas y

nacionalidades, la supresión de los derechos elementales de los trabajadores

y el imperio de la burocracia. Los métodos de «acumulación socialista» —

como los llamaba el difunto Stalin— se han revelado bastante más crueles

que los sistemas de «acumulación primitiva» del capital, que con tanta

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