El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_
de la joven «inteligencia». La nueva generación está en aptitud de manejarlos instrumentos que toda empresa intelectual requiere. Por primera vezdesde la época de la Independencia la «inteligencia» mexicana no necesitaformarse fuera de las aulas. Los nuevos maestros no ofrecen a los jóvenesuna filosofía, sino los medios y las posibilidades para crearla. Tal es,precisamente, la misión del maestro.Un nuevo elemento de estímulo es la presencia de Alfonso Reyes. Suobra, que ahora podemos empezar a contemplar en sus verdaderasdimensiones, es una invitación al rigor y a la coherencia. El clasicismo deReyes, equidistante del academismo de Ramírez y del romanticismo deSierra, no parte de las formas ya hechas. En lugar de ser mera imitación oadaptación de formas universales, es un clasicismo que se busca y semodela a sí mismo, espejo y fuente, simultáneamente, en los que el hombrese reconoce, sí, pero también se sobrepasa.Reyes es un hombre para quien la literatura es algo más que unavocación o un destino: una religión. Escritor cabal para quien el lenguaje estodo lo que puede ser el lenguaje: sonido y signo, trazo inanimado y magia,organismo de relojería y ser vivo. Poeta, crítico y ensayista, es el Literato:el minero, el artífice, el peón, el jardinero, el amante y el sacerdote de laspalabras. Su obra es historia y poesía, reflexión y creación. Si Reyes es ungrupo de escritores, su obra es una Literatura. ¿Lección de forma? No,lección de expresión. En un mundo de retóricos elocuentes o dereconcentrados silenciosos, Reyes nos advierte de los peligros y de lasresponsabilidades del lenguaje. Se le acusa de no habernos dado unafilosofía o una orientación. Aparte de que quienes lo acusan olvidan buenaparte de sus escritos, destinados a esclarecer muchas situaciones que lahistoria de América nos plantea, me parece que la importancia de Reyesreside sobre todo en que leerlo es una lección de claridad y transparencia.Al enseñarnos a decir, nos enseña a pensar. De ahí la importancia de susreflexiones sobre la inteligencia americana y sobre las responsabilidades delintelectual y del escritor de nuestro tiempo.El primer deber del escritor, nos dice, estriba en su fidelidad al lenguaje.El escritor es un hombre que no tiene más instrumento que las palabras. A
diferencia de los útiles del artesano, del pintor y del músico, las palabrasestán henchidas de significaciones ambiguas y hasta contrarias. Usarlasquiere decir esclarecerlas, purificarlas, hacerlas de verdad instrumentos denuestro pensar y no máscaras o aproximaciones. Escribir implica unaprofesión de fe y una actitud que trasciende al retórico y al gramático; lasraíces de las palabras se confunden con las de la moral: la crítica dellenguaje es una crítica histórica y moral. Todo estilo es algo más que unamanera de hablar: es una manera de pensar y, por lo tanto, un juicioimplícito o explícito sobre la realidad que nos circunda. Entre el lenguaje,ser por naturaleza social, y el escritor, que sólo engendra en la soledad, seestablece así una relación muy extraña: gracias al escritor el lenguajeamorfo, horizontal, se yergue e individualiza; gracias al lenguaje, el escritormoderno, rotas las otras vías de comunicación con su pueblo y su tiempo,participa en la vida de la Ciudad.De la obra de Alfonso Reyes se puede extraer no solamente una Críticasino una Filosofía y una Ética del lenguaje. Por tal razón no es un azar que,al mismo tiempo que defiende la transparencia del vocablo y launiversalidad de su significado, predique una misión. Pues aparte de esaradical fidelidad al lenguaje que define a todo escritor, el mexicano tienealgunos deberes específicos. El primero de todos consiste en expresar lonuestro. O para emplear las palabras de Reyes «buscar el alma nacional».Tarea ardua y extrema, pues usamos un lenguaje hecho y que no hemoscreado para revelar a una sociedad balbuciente y a un hombre enmarañado.No tenemos más remedio que usar de un idioma que ha sufrido ya lasexperiencias de Góngora y Quevedo, de Cervantes y San Juan, paraexpresar a un hombre que no acaba de ser y que no se conoce a sí mismo.Escribir, equivale a deshacer el español y a recrearlo para que se vuelvamexicano, sin dejar de ser español. Nuestra fidelidad al lenguaje, en suma,implica fidelidad a nuestro pueblo y fidelidad a una tradición que no esnuestra totalmente sino por un acto de violencia intelectual. En la escriturade Reyes viven los dos términos de este extremoso deber. Por eso, en susmejores momentos, su obra consiste en la invención de un lenguaje y de
- Page 84 and 85: una Iglesia. Por la fe católica lo
- Page 86 and 87: principios que rigen a la sociedad
- Page 88 and 89: virgen madre de la tierra; Santa Ro
- Page 90 and 91: habían perdido toda su frescura y
- Page 92 and 93: Soledades cuenta poco; la sustancia
- Page 94 and 95: tradición. La inteligencia no les
- Page 96 and 97: DE LA INDEPENDENCIA A LAREVOOLUCIÓ
- Page 98 and 99: en un proyecto: América no es tant
- Page 100 and 101: desintegración. No debe olvidarse,
- Page 102 and 103: general realista, se convierte en A
- Page 104 and 105: El sentido de este necesario matric
- Page 106 and 107: feudal de nuestro país. Y esta vez
- Page 108 and 109: establece entre esa doctrina y la b
- Page 110 and 111: Cortados los lazos con el pasado, i
- Page 112 and 113: predicen y realizan. Es la obra de
- Page 114 and 115: Otra circunstancia favorable al des
- Page 116 and 117: convirtió en un hermoso ejemplo de
- Page 118 and 119: promete. El «eterno retorno» es u
- Page 120 and 121: a los presidentes y otros funcionar
- Page 122 and 123: brutalidad y zafiedad de muchos de
- Page 124 and 125: LA «INTELIGENCIA» MEXICANAINCURRI
- Page 126 and 127: Miembro de la generación del Atene
- Page 128 and 129: racional y exacto del Universo y de
- Page 130 and 131: defendido, en multitud de ocasiones
- Page 132 and 133: conjunto de actitudes que hacen de
- Page 136 and 137: una forma universales y capaces de
- Page 138 and 139: ruptura y búsqueda. Ruptura con la
- Page 140 and 141: una idea universal que, casi milagr
- Page 142 and 143: fue en su origen: una meditación s
- Page 144 and 145: moderna. Y todo esto sin traicionar
- Page 146 and 147: fue tomada en cuenta por los primer
- Page 148 and 149: Más dueña de sí, más poderosa t
- Page 150 and 151: altos precios de los productos manu
- Page 152 and 153: justicia indignaban a Marx y Engels
- Page 154 and 155: nazismo, se ajustan a este esquema.
- Page 156 and 157: Hemos tenido, sí, violencias popul
- Page 158 and 159: dieron nacimiento a nuestros pueblo
- Page 160 and 161: hay nada. Estamos al fin solos. Com
- Page 162 and 163: reposo y dicha, concordancia con el
- Page 164 and 165: No son éstos los únicos obstácul
- Page 166 and 167: nuestro mundo. Pero no nos basta co
- Page 168 and 169: Cada una de estas etapas es una ten
- Page 170 and 171: EL DOBLE significado de la sociedad
- Page 172 and 173: festín totémico, si es que alguna
- Page 174 and 175: todas las presencias en que la real
- Page 176 and 177: Volverá el reino del presente fijo
- Page 178 and 179: NOOTAESTAS páginas desarrollan y a
- Page 180 and 181: compendios de horrores: ¿podremos
- Page 182 and 183: OOLIMPIADA Y TLATELOOLCOO1968 FUE u
de la joven «inteligencia». La nueva generación está en aptitud de manejar
los instrumentos que toda empresa intelectual requiere. Por primera vez
desde la época de la Independencia la «inteligencia» mexicana no necesita
formarse fuera de las aulas. Los nuevos maestros no ofrecen a los jóvenes
una filosofía, sino los medios y las posibilidades para crearla. Tal es,
precisamente, la misión del maestro.
Un nuevo elemento de estímulo es la presencia de Alfonso Reyes. Su
obra, que ahora podemos empezar a contemplar en sus verdaderas
dimensiones, es una invitación al rigor y a la coherencia. El clasicismo de
Reyes, equidistante del academismo de Ramírez y del romanticismo de
Sierra, no parte de las formas ya hechas. En lugar de ser mera imitación o
adaptación de formas universales, es un clasicismo que se busca y se
modela a sí mismo, espejo y fuente, simultáneamente, en los que el hombre
se reconoce, sí, pero también se sobrepasa.
Reyes es un hombre para quien la literatura es algo más que una
vocación o un destino: una religión. Escritor cabal para quien el lenguaje es
todo lo que puede ser el lenguaje: sonido y signo, trazo inanimado y magia,
organismo de relojería y ser vivo. Poeta, crítico y ensayista, es el Literato:
el minero, el artífice, el peón, el jardinero, el amante y el sacerdote de las
palabras. Su obra es historia y poesía, reflexión y creación. Si Reyes es un
grupo de escritores, su obra es una Literatura. ¿Lección de forma? No,
lección de expresión. En un mundo de retóricos elocuentes o de
reconcentrados silenciosos, Reyes nos advierte de los peligros y de las
responsabilidades del lenguaje. Se le acusa de no habernos dado una
filosofía o una orientación. Aparte de que quienes lo acusan olvidan buena
parte de sus escritos, destinados a esclarecer muchas situaciones que la
historia de América nos plantea, me parece que la importancia de Reyes
reside sobre todo en que leerlo es una lección de claridad y transparencia.
Al enseñarnos a decir, nos enseña a pensar. De ahí la importancia de sus
reflexiones sobre la inteligencia americana y sobre las responsabilidades del
intelectual y del escritor de nuestro tiempo.
El primer deber del escritor, nos dice, estriba en su fidelidad al lenguaje.
El escritor es un hombre que no tiene más instrumento que las palabras. A