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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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general realista, se convierte en Agustín I. Al poco tiempo, una rebelión lo

derriba. Se inicia la era de los pronunciamientos.

Durante más de un cuarto de siglo, en una lucha confusa que no excluye

las alianzas transitorias, los cambios de bando y aun las traiciones, los

liberales intentan consumar la ruptura con la tradición colonial. En cierto

modo son los continuadores de los primeros caudillos, Hidalgo y Morelos.

Sin embargo, su crítica al orden de cosas no se dirige tanto a cambiar la

realidad como la legislación. Casi todos piensan, con una optimismo

heredado de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas leyes para que

la realidad se transforme. Ven en los Estados Unidos un modelo y creen que

su prosperidad se debe a la excelencia de las instituciones republicanas. De

ahí su federalismo, por oposición al centralismo de los conservadores.

Todos esperan que una Constitución democrática, al limitar el poder

temporal de la Iglesia y acabar con los privilegios de la aristocracia

terrateniente, producirá casi automáticamente una nueva clase social: la

burguesía. Los liberales no sólo tienen que luchar contra los conservadores,

sino que deben contar con los militares, que cambian de bando según sus

intereses. Mientras disputan las facciones, el país se desintegra. Los Estados

Unidos aprovechan la ocasión y en una de las guerras más injustas en la

historia, ya de por sí negra, de la expansión imperialista, nos arrebatan más

de la mitad del territorio. Esta derrota produjo, a la larga, una reacción

saludable, pues hirió de muerte al caudillismo militar, encarnado en el

dictador Santa-Ana. (Alternativamente liberal y conservador, guardián de la

libertad y vendedor del país, Santa-Ana es uno de los arquetipos del

dictador latinoamericano: al final de su carrera política ordena honras

fúnebres para la pierna que pierde en una batalla y se declara Alteza

Serenísima). La rebelión popular expulsa a Santa-Ana y da el poder a los

liberales. Una nueva generación, heredera de José María Mora y Valentín

Gómez Farias, maestro de la «inteligencia» liberal, se dispone a dar nuevos

fundamentos a la nación. La primera piedra será una constitución. En

efecto, en 1857, México adopta una carta constitucional liberal. Los

conservadores apelan a las armas. Juárez responde con las Leyes de

Reforma, que acaban con los «fueros» y destruyen el poder material de la

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