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El-laberinto-de-la-soledad-Octavio-Paz-_2_

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desintegración. No debe olvidarse, además, la influencia determinante de

muchos de los caudillos revolucionarios. Algunos, más afortunados en esto

que los conquistadores, su contrafigura histórica, lograron «alzarse con los

reinos», como si se tratase de un botín medieval. La imagen del «dictador

hispanoamericano» aparece ya, en embrión, en la del «libertador». Así, las

nuevas Repúblicas fueron inventadas por necesidades políticas y militares

del momento, no porque expresasen una real peculiaridad histórica. Los

«rasgos nacionales» se fueron formando más tarde; en muchos casos, no

son sino consecuencia de la prédica nacionalista de los gobiernos. Aún

ahora, un siglo y medio después, nadie puede explicar satisfactoriamente en

qué consisten las diferencias «nacionales» entre argentinos y uruguayos,

peruanos y ecuatorianos, guatemaltecos y mexicanos. Nada tampoco —

excepto la persistencia de las oligarquías locales, sostenidas por el

imperialismo norteamericano— explica la existencia en Centroamérica y

las Antillas de nueve repúblicas.

No es esto todo. Cada una de las nuevas naciones tuvo, al otro día de la

Independencia, una constitución más o menos (casi siempre menos que

más) liberal y democrática. En Europa y en los Estados Unidos esas leyes

correspondían a una realidad histórica: eran la expresión del ascenso de la

burguesía, la consecuencia de la revolución industrial y de la destrucción

del antiguo régimen. En Hispanoamérica sólo servían para vestir a la

moderna las supervivencias del sistema colonial. La ideología liberal y

democrática, lejos de expresar nuestra situación histórica concreta, la

ocultaba. La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi

constitucionalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas

muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturalidad.

Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de

las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta

situación se ha prolongado hasta nuestros días. De ahí que la lucha contra la

mentira oficial y constitucional sea el primer paso de toda tentativa seria de

reforma. Este parece ser el sentido de los actuales movimientos

latinoamericanos, cuyo objetivo común consiste en realizar de una vez por

todas la Independencia. O sea: transformar nuestros países en sociedades

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