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EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 82 DICIEMBRE 2022

Antología de cuentos de autores de habla hispana

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L

a ansiedad de fin de año me producía náuseas, cierta

desesperación y gran fatiga emocional. Cuán lejos se

hallaba el niño tierno que, jubiloso (luego de ganar el

diploma escolar), celebraba la llegada de Navidad y de

Año Nuevo. Ahora las dificultades económicas, los

gastos de subsistencia y la lucha por mantener a la bella Helena a

mi lado, con quien las crisis producto de nuestras discusiones

acaloradas habían crecido como los centígrados de un termómetro

en el sobaco de un afiebrado, me tenían al borde de la locura.

Sin embargo, aquella mañana la esperanza afloraba en mi

pecho pues compraría el diario en el que se publicaría la lista de los

mejores autores del año. Tenía cierta fe de encontrar mi nombre. Mi

última publicación disfrutó de buenas críticas y elogiosas reseñas.

Incluso a mediados de año fui reconocido con un galardón literario.

Gozaba la certeza de que esta vez había llegado mi turno.

Cuando aseguraba la puerta del departamento, vi a la vecina

expectante. Con los cabellos casi despeinados, el mandil manchado

y unas pantuflas infantiles, parecía una persona extraña.

—Joven, debería cuidar a su perro. Ayer casi lo atropella el

camión de la basura. Tenga mucho cuidado —dijo.

—Oh, entiendo, doña Bertha. Es que lo dejé al cuidado de los

chicos del doscientos cinco. Ya se disculparon.

—Debería tener cuidado del viejo Orestes y sus hijos. Son

desordenados y no respetan el horario de recojo de basura. Lo

amontonan cuando se les da la gana y a veces amanece sucia la

vereda del frente... ¿Usted sabe?

La miré con inquietud y respondí:

—¿Qué cosa, señora?

—Cuando la basura no es recogida, el hedor llega a nuestras

casas y las moscas aumentan. Y eso es asqueroso.

—Entiendo, doña Bertha, lo tomaré en cuenta.

—No les diga que los odio, joven —dijo y, rápidamente, se dio

la vuelta y se metió a su habitación.

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