EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 82 DICIEMBRE 2022
Antología de cuentos de autores de habla hispana
Antología de cuentos de autores de habla hispana
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U
n río furioso del ande arrastra en sus aguas a un
hombre de incalculable edad que manotea
desesperado, revolcándole, hundiéndole,
castigándole. El hombre busca con la mano algo en
qué aferrarse, pero el torrente le hace revoltijo con
los arbustos arrancados, con palos de pescadores improvisados, con
la rocalla agresiva que le rasmilla su cara y los pies, al tiempo que
se desliza por los recodos. Le hunde contra las piedras en la
profundidad, pero él se impulsa y vuelve en sí con una bocanada de
aire que logra en el exterior, manotea hacia la orilla, pero las aguas
le impiden atrayéndolo hacia el centro. De pronto sus manos sienten
las pajas bravas de la orilla y se aferra con las fuerzas que le quedan,
sin tiempo para más, así de automático, así de natural. El consuelo
que encuentra es vivificante. El río se molesta y le mantea con
brusquedad, le golpea con todo lo que arrastra. Él soporta los golpes
y se acomoda para trepar, la corriente hace que se suelte una mano,
pero no está para ceder, se impulsa con fuerza, con devoción única
vuelve a tomar la paja que, para su suerte, no se desprende. El río
prosigue con el trabajo, le quita la ojota que le queda y le va jalando
con voracidad para sumergirlo en sus profundidades, pero él concibe
el momento como un combate en que no debe rendirse. En la
vorágine había perdido ya el sombrero, las provisiones, lo que le
quedaba era la vida, tenía sensación de resucitado, ya no podía dejar
pasar por las aguas esa vida que le quedaba, por eso tomó más
fuerza, se recogió con aplomo y salió del río, tambaleando,
vomitando el agua turbia que había tragado. Se sacude como puede
la ropa que está pegado al cuerpo. Luego escurre la camisa y los
pantalones buscando con la mirada llena de esperanza, un lugar
donde ampararse. Pero no halla por ningún lado, entonces mira más
allá, y más allá las nubes van cubriendo el horizonte.
El cuerpo se le contrae con fuerza. Se recuesta en el pedazo
de orilla que la suerte le ha reservado, precisamente en ese lugar, ni
antes ni después, porque más abajo amenazan rocas ceñudas que
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