EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 82 DICIEMBRE 2022
Antología de cuentos de autores de habla hispana
Antología de cuentos de autores de habla hispana
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A
brigado por cartones, Eddy se resistió a levantarse
hasta sentir a los viandantes de la tarde pasar.
Todavía recostado, había oído los gorjeos de un
ruiseñor posado en un ficus. Escuchó (o eso creía) los
comentarios acusatorios de los vecinos, escuchó a
una excompañera de trabajo burlona, oyó el crepitar de un cuerpo
devorado por el fuego, un ladrido, escuchó oprobios contra él,
insultos, amenazas, escuchó (porque su atención nunca podía
desviarse de aquellas voces ominosas) la sentencia final de su padre.
Era lo mismo, una y otra vez, y durante el resto del día mientras
hurgaba en la basura. Su pata, Cletus Kasady, se lo había advertido.
Ni un momento de reposo, ni siquiera sentado para el cague, Eddy.
Nunca pudo hallar a sus atacantes a esas horas; nunca pudo
sorprender a quienes lo despreciaban tan abiertamente. Cletus
también se lo había comentado; los enemigos eran muchos y
estaban ocultos en todas partes. Marchó al comedor popular, y
mientras tanto meditó sobre el sacrificio que entregaría hoy, ya lo
había decidido. Dios era una boca, Dios era un negociador, una
ligera promesa. Era necesario complacerlo con otras vidas; así lo
hizo, al desembarcar, la familia de Noé. Al ocaso, llamó a un pata,
que no era su pata Cletus Kasady, para que lo ayudara. Había
investigado: la familia se largaba a la parroquia a esa hora y dejaba
abandonado el hogar, y desprotegida a su cautiva. Le pidió a su
compañero que sostuviera uno de sus pies para trepar la reja de
fierro. Dentro, halló lo que buscaba y cortó el tallo con sus dientes.
Era una rosa recién abierta, como las que su madre, cuando vivía,
ofrecía cada noche del domingo. Afuera, le entregó a su pata medio
pan y una moneda, anduvieron un poco, se separaron y oyó
nuevamente a los atacantes. Eddy, reconcentrado y ansioso, caminó
dos horas más, balbuceando. Más calmado, decidió llevar su
ofrenda. La iglesia, no la parroquia, todavía seguiría abierta unos
minutos más, casi una hora. Un desgastado Jesucristo de yeso
aguardaba su llegada; los ausentes feligreses no se escandalizarían
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