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EL NARRATORIO ANTOLOGIA LITERARIA DIGITAL NRO 82 DICIEMBRE 2022

Antología de cuentos de autores de habla hispana

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chocolate e hizo silenciar al auditorio. Les advirtió que ningún ser

vivo podía acercarse al dragón sin correr la suerte de ser devorado

por su lengua de fuego. La anaconda ignoró el consejo y siguió

insistiendo en consumar su romance.

Los guacamayos sugirieron dejarlo librado a las barajas, que

las cartas definieran la suerte de la serpiente.

La reina de corazones dio la aceptación y tras el grito de

alegría de unos y la desaprobación de otros partió la anaconda.

Atravesó la selva, cruzó un río de aguas caudalosas y trepó la colina.

En la cima se encontraba el castillo del dragón.

Al verla llegar, este abrió la pesada puerta de hierro y la

recibió con un beso de fuego.

El águila harpía que había seguido desde el aire el derrotero

de la anaconda vio con horror como esta rodaba envuelta en

llamas...

Despertó sobresaltado, solo había sido uno de los tantos

sueños, a veces pesadillas que lo acompañaban en su torturada

vida. La selva lo había alimentado, lo había llenado de fantasías,

pero también lo había devorado.

Miró la cama vecina y tendido en ella, con una respiración

agitada, dormitaba Vicente, el hombre elefante, ahora su más íntimo

amigo.

Carraspeó hasta lograr que el mismo abriera sus ojos y clavó

en él su mirada suplicante. Su vecino comprendió que había llegado

el momento que días atrás habían planificado. Era temprano aún y

restaba tiempo para que pasara el jefe de enfermería a leer el parte

diario.

Con sus piernas deformes, Vicente bajó de la cama, se acercó

a su bolso maloliente y extrajo el frasco que le había alcanzado su

vecina el día anterior. Volcó el contenido en un vaso, besó la frente

de Horacio y con lágrimas en los ojos le dio la letal bebida.

Los enfermeros alcanzaron a ver su último estertor; al igual

que la anaconda, el cuerpo era quemado por los efectos del veneno

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