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Rallo-Una-Revolución-Liberal-para-España

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concentrarse en un único impuesto, no hay motivo para dividirla en varios.

En general, podemos optar por dos tipos de impuestos: los impuestos sobre

la obtención de renta y los impuestos sobre el uso de la renta. Los primeros

gravan el origen de la renta (salarios, beneficios y rentas del capital)

mientras que los segundos gravan el destino final de la renta (consumo). Lo

que no debemos hacer es mantener simultáneamente ambas figuras

tributarias.

Por último, habría que destacar el principio de simetría: los impuestos

generales (no individualizados) deben ser iguales para todos los

contribuyentes con independencia de la posición en la que se hallen y de su

comportamiento. El propósito de este principio es doble: por un lado,

minimizar las distorsiones que provocan los impuestos sobre el

comportamiento humano (eliminarla por entero es imposible); por otro,

evitar que se formen coaliciones electorales dirigidas a trasladar el grueso

de la carga fiscal sobre las minorías derrotadas (explotación fiscal

unilateral). En consecuencia, los impuestos deberían ser proporcionales e

iguales en todos los hechos imponibles gravados: por ejemplo, si se

establece un impuesto sobre la renta, el tipo real debe ser el mismo no sólo

para todos los niveles de renta, sino también para todas las fuentes de renta.

Probablemente, este último principio sea el más controvertido, por

cuanto parece transmitir la idea de que los ricos pagarán menos impuestos a

cambio de que los pobres paguen más. Sin embargo, de entrada no

deberíamos olvidar que un impuesto proporcional sigue siendo progresivo

en las cuantías absolutas de impuestos pagadas (un gravamen del 5 por

ciento sobre una renta de 10.000 euros implica un pago de 500 euros pero,

en cambio, supone un pago de 5.000 euros en una renta de 100.000 euros).

Pero, sobre todo, la reforma fiscal puede orientarse a que «todo el mundo»

pague menos impuestos, de modo que no haya damnificados por una

redistribución de la carga tributaria.

Aplicando estos cuatro principios, podemos construir un sistema

impositivo algo más razonable dentro de la profunda irracionalidad que

caracteriza a todos los tributos. En palabras del premio Nobel de Economía

James Buchanan (1993): «Un impuesto sobre la renta eficiente implicaría

un tipo único sobre todas las formas de renta, sin deducciones, no

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