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Rallo-Una-Revolución-Liberal-para-España

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pauta general, sí podemos indicar que las grandes empresas y las

propiedades que, como los hospitales, implican una enorme inversión en

capital fijo deberían privatizarse mediante reparto de acciones entre los

ciudadanos; las propiedades cuyo valor derive esencialmente del trabajo

que desempeñan sus empleados (como sucede con los colegios) podrían

repartirse entre ellos; y las tierras, edificios e infraestructuras en manos del

Estado —cuya valoración es más sencilla que la de una empresa y en

muchos casos deben venderse de una sola pieza— podrían enajenarse

mediante pública subasta.

En paralelo con estos tres métodos de desestatalización, la experiencia

de los países postsocialistas ha demostrado fundamental el facilitar la

constitución de nuevas empresas en aquellos sectores que están siendo

privatizados. Tan o más importante que asignar derechos de propiedad

privada sobre industrias estatales es que puedan aparecer nuevos

empresarios que planteen una competencia directa a esas industrias y que

puedan terminar por desbancarlas del mercado. Al cabo, las propiedades

estatales privatizadas suelen heredar una viciosa cultura de funcionamiento

que las incapacita para competir con las ideas frescas y pujantes de los

nuevos empresarios: Havrylyshyn y McGettigan (1999) muestran

justamente que las nuevas empresas suelen ser mucho más rentables que las

privatizadas. En el fondo, pues, la reconfiguración del panorama económico

a través de la destrucción creativa del sector privado es un imprescindible

método de privatizar de abajo arriba que, por tanto, no debe frenarse

mediante ningún tipo de barrera o traba estatal.

En cualquier caso, todo proceso de privatización tiende a ser

imperfecto y a dejar un sabor agridulce entre la población por la sencilla

razón de que se trata de repartir los frutos de muchas décadas de coacción

estatal. Al final, todos tienen la sensación de que han recibido menos de lo

que les correspondería y que otros se han lucrado a su costa. Lo importante,

empero, es que los procesos emprendidos tiendan a ser lo más transparentes

y competitivos posibles para evitar la captura oligárquica de las propiedades

privatizables. Como recuerda el profesor de Harvard Andrei Shleifer

(2012), si las bases del proceso de privatización son sólidas, todas las rutas

conducirán a largo plazo a resultados parecidos.

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