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Rallo-Una-Revolución-Liberal-para-España

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1.047.000 dólares si se las inspecciona una vez al año (Kulasingam et alii,

2006): hacer pruebas de manera más frecuente incrementa el coste sanitario

pero no siempre sirve para salvar vidas (cuando no se detecta ningún

cáncer, el test no contribuye directamente a salvar ninguna vida). ¿Cuál es

el intervalo adecuado para que las mujeres o los hombres se sometan a

revisiones para prevenir el desarrollo de distintos tipos de patologías?

Como decíamos, no hay un intervalo óptimo: el óptimo debe establecerlo

cada persona efectuando su propio análisis coste-beneficio (por supuesto,

contando con el eventual asesoramiento de un profesional).

En Estados Unidos, sin embargo, el coste de la medicina preventiva se

ha socializado a través de los seguros, de manera que su demanda (y su

coste) se ha disparado. Para que nos hagamos una idea, en 2009 se

realizaron 91 resonancias magnéticas y 228 tomografías computarizadas

por cada 1.000 estadounidenses: un 50 por ciento más que en Francia y más

del doble que en España, Canadá o Reino Unido. Asimismo, se sometieron

a un test de cáncer cervical y a una mamografía el 86 por ciento y el 81 por

ciento de la población femenina de riesgo, dos de las tasas más elevadas del

mundo (en España, por ejemplo, rondaron el 73 por ciento).

En suma, la socialización de los costes sanitarios a través de los

seguros públicos y privados ha cebado un tipo de demanda sanitaria

especialmente cara: la demanda por servicios premium y preventivos. Una

demanda que, para más inri, es bastante insensible a las alzas de precios:

aunque los proveedores incrementen su tarifa (con el propósito no sólo de

aumentar sus beneficios, sino también de abonar salarios crecientes al

personal sanitario y de adquirir las últimas tecnologías sanitarias a cualquier

coste), la demanda no decae sustancialmente. Difícil en este contexto que la

competencia opere: aunque el aumento de precios dé lugar a un incremento

de la oferta de servicios sanitarios, la demanda de los mismos crece todavía

más rápido con independencia de cuál sea su precio.

De hecho, el estudio más exhaustivo realizado hasta la fecha sobre los

sobrecostes de la sanidad estadounidense a cargo de la consultora Mckinsey

(Farell et alii, 2008), concluye que la porción más significativa de esos

sobrecostes se concentró en 2005 en los servicios ambulatorios. De no ser

por esa parte de los sobrecostes, Estados Unidos habría gastado ese año en

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