Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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—La doctora Sluder está operando. —Kellie levanta elteléfono—. Saldrá en cualquier momento. ¿Quiere que le dejeun aviso?—No, no se moleste. Gracias.Dejo a las dos enfermeras y me dirijo a la conocidísima salade espera. Como siempre, no hay nadie más, así que medespatarro en una de las sillas y abro el portátil para echar unvistazo al último archivo que he guardado del collage de Ana.He decidido que quiero añadir algunas fotografías de la boda.Estoy completamente absorto en la labor cuando Anairrumpe en la sala y me hace apartar la vista de la pantalla.Tiene los ojos enrojecidos de haber estado llorando, perodesborda alegría.—Se ha despertado —exclama.Gracias a Dios. Por fin.Dejo el portátil a un lado y me levanto para abrazarla.—¿Cómo está?Se acurruca contra mi pecho, con los ojos cerrados, y merodea con los brazos.—Habla, tiene sed y está un poco desconcertado. No seacuerda del accidente.—Es comprensible. Ahora que está despierto, quiero que lotrasladen a Seattle. Así podremos ir a casa y mi madre podrátenerlo vigilado.—No sé si estará lo bastante bien como para trasladarle.—Hablaré con la doctora Sluder para que me dé su opinión.

—¿Echas de menos nuestra casa? —pregunta Ana, alzandola vista.—Sí.Muchísimo.—Está bien.Sonríe, y volvemos los dos juntos a la habitación, dondeencontramos a Ray tratando de incorporarse en la cama.Parece un poco sorprendido, y bastante incómodo, de vermeaquí.—Ray. Me alegro de tenerte de vuelta entre nosotros.—Gracias, Christian —masculla—. Menudo tostón paravosotros estar aquí, muchachos.—Papá, no es ninguna molestia. ¿Dónde íbamos a estar sino? —dice Ana, tratando de tranquilizarlo.La doctora Sluder se reúne con nosotros. Es la eficienciapersonificada.—Señor Steele. Bienvenido de vuelta —dice.—No has dejado de sonreír.Le coloco un mechón de pelo detrás de la oreja cuandoaparca el R8 delante del Heathman.—Estoy muy aliviada. Y feliz.Me sonríe, radiante.—Bien.Ana le entrega las llaves al aparcacoches cuando salimos delR8. Está oscureciendo y hace fresco, y Ana se estremece, asíque le rodeo los hombros con un brazo y entramos en el hotel

—¿Echas de menos nuestra casa? —pregunta Ana, alzando

la vista.

—Sí.

Muchísimo.

—Está bien.

Sonríe, y volvemos los dos juntos a la habitación, donde

encontramos a Ray tratando de incorporarse en la cama.

Parece un poco sorprendido, y bastante incómodo, de verme

aquí.

—Ray. Me alegro de tenerte de vuelta entre nosotros.

—Gracias, Christian —masculla—. Menudo tostón para

vosotros estar aquí, muchachos.

—Papá, no es ninguna molestia. ¿Dónde íbamos a estar si

no? —dice Ana, tratando de tranquilizarlo.

La doctora Sluder se reúne con nosotros. Es la eficiencia

personificada.

—Señor Steele. Bienvenido de vuelta —dice.

—No has dejado de sonreír.

Le coloco un mechón de pelo detrás de la oreja cuando

aparca el R8 delante del Heathman.

—Estoy muy aliviada. Y feliz.

Me sonríe, radiante.

—Bien.

Ana le entrega las llaves al aparcacoches cuando salimos del

R8. Está oscureciendo y hace fresco, y Ana se estremece, así

que le rodeo los hombros con un brazo y entramos en el hotel

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