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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Cierro el portátil, satisfecho con el fotomontaje de la señora

Anastasia Grey.

—¿Conduces tú? —pregunta.

—Claro.

Taylor ha ido a ver a su hija y le he dado el día libre a

Sawyer.

—De camino, me gustaría comprar The Oregonian para

leerle a mi padre la sección de deportes.

—Buena idea, estoy seguro de que tendrán alguno en

recepción. Vamos.

Cojo la chaqueta y el portátil y salimos por la puerta.

Ray duerme plácidamente en la cama de hospital y tardamos

unos segundos en advertir que ya no necesita el ventilador. El

bombeo de aire repetitivo y acompasado que lo acompañaba

hasta ese momento ha desaparecido y respira por sí mismo.

Ana lo mira con el rostro animado por el alivio. Le acaricia esa

barbilla en la que asoma una barba de varios días y le limpia la

saliva con un pañuelo con una ternura infinita.

Aparto la mirada.

Me siento como un intruso. Esa demostración muda de

amor de una hija hacia su padre es demasiado íntima. Sé que a

Ray lo avergonzaría saber que he sido testigo de la

vulnerabilidad absoluta en la que se encuentra. Salgo de la

habitación sin hacer ruido para ir a buscar a sus doctoras y que

nos pongan al día. La enfermera Kellie y su compañera Liz

están en el puesto de enfermería.

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