Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—La mejor decisión que he tomado.—Sí, cierto.Se inclina hacia mí y me da un beso.—¿Crees que aquel gilipollas estirado seguirá sirviendo lasmesas? —pregunto.—¿Estirado? A mí no me pareció mal.—Estaba intentando impresionarte.—Bueno, pues lo consiguió.Ana, te dejas impresionar con demasiada facilidad.—¿Vamos a comprobarlo? —dice divertida.—Usted primero, señora Grey.Me pinzo el puente de la nariz. Llevo un par de horastrabajando en los confines de la sala de espera de la UCI. Anano se ha movido del lado de Ray desde que hemos vuelto decomer; la última vez que fui a echar un vistazo, estabaleyéndole. Es una hija atenta y considerada, Ray ha debido deser un padre excepcional para inspirar tanta devoción.He repasado el principio de acuerdo del astillero y heelaborado una lista de preguntas que le he enviado a Ros porcorreo electrónico. No voy a firmar nada hasta que hayamoshablado, pero todo eso puede esperar al lunes sin problemas.Me vibra el teléfono. Es Taylor, me llama para decir que hadejado a la madre de Ana y a su marido en el Heathman. Miroqué hora es y veo que pasan de las cinco. Carla tiene que saberlo de Ray, no puedo aplazarlo más. A regañadientes, llamo alhotel y pido que me pongan con la habitación de los Adam.
Qué poco me apetece hacer esto.—¿Sí? —responde Carla.Respiro hondo.—Carla, soy Christian.—Christian —repite contenta—. El viaje hasta aquí ha idode maravilla. Muchas gracias.—Me alegro de que hayáis tenido un buen viaje. Aunquetengo malas noticias.—¡Ay, no! ¿Le pasa algo a Ana?—Ana está bien. Es Ray. Se vio involucrado en unaccidente de tráfico y está en la UCI, en Portland. Por esotambién estamos nosotros aquí y no en Seattle. Se recuperapoco a poco. Ahora mismo está en coma inducido, pero lodespertarán mañana.—Oh, no —musita—. ¿Cómo está Ana?—Bastante entera. Como las noticias de la UCI son buenas,he pensado que podíamos seguir adelante con la celebracióndel cumpleaños.—Sí. Sí, claro.—He creído que debíais saberlo antes de esta noche, perome gustaría que vuestra llegada siguiera siendo una sorpresa.—Sí. Sí —repite—. No la he llamado ni le he enviado unmensaje por eso mismo.—Te lo agradezco, y siento ser yo quien te dé la noticia.Debe de ser muy duro.
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—La mejor decisión que he tomado.
—Sí, cierto.
Se inclina hacia mí y me da un beso.
—¿Crees que aquel gilipollas estirado seguirá sirviendo las
mesas? —pregunto.
—¿Estirado? A mí no me pareció mal.
—Estaba intentando impresionarte.
—Bueno, pues lo consiguió.
Ana, te dejas impresionar con demasiada facilidad.
—¿Vamos a comprobarlo? —dice divertida.
—Usted primero, señora Grey.
Me pinzo el puente de la nariz. Llevo un par de horas
trabajando en los confines de la sala de espera de la UCI. Ana
no se ha movido del lado de Ray desde que hemos vuelto de
comer; la última vez que fui a echar un vistazo, estaba
leyéndole. Es una hija atenta y considerada, Ray ha debido de
ser un padre excepcional para inspirar tanta devoción.
He repasado el principio de acuerdo del astillero y he
elaborado una lista de preguntas que le he enviado a Ros por
correo electrónico. No voy a firmar nada hasta que hayamos
hablado, pero todo eso puede esperar al lunes sin problemas.
Me vibra el teléfono. Es Taylor, me llama para decir que ha
dejado a la madre de Ana y a su marido en el Heathman. Miro
qué hora es y veo que pasan de las cinco. Carla tiene que saber
lo de Ray, no puedo aplazarlo más. A regañadientes, llamo al
hotel y pido que me pongan con la habitación de los Adam.