Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Se echa a reír.—Christian, es preciosa. Gracias. Es «briosa».Acaricia el corazoncito de la pulsera con los dedos. Es unrelicario. Pensé que era lo más apropiado ya que nunca lehabía entregado mi corazón a nadie. Solo Ana ha conseguidoabrirlo, entrar y hacerse un hueco en él.Qué cursi, Grey.—Puedes poner una foto o lo que quieras dentro.—Una foto tuya. —Me mira a través de las pestañas—.Siempre en mi corazón.Me hace sentir como un gigante.Acaricia con la punta de los dedos los dijes de la «C» y la«A» que nos representan a nosotros y a continuación sedetiene en la llave de oro blanco. Vuelve a mirarme, con unapregunta ardiendo en sus vívidos ojos azules.—La llave de mi corazón y de mi alma —susurro.Con un grito estrangulado, se lanza sobre mí y me rodea elcuello con los brazos. No me esperaba esa reacción. La acunoen mi regazo.—Qué regalo más bien pensado. Me encanta. Gracias. —Lavoz se le quiebra en la última palabra.Oh, nena. La abrazo con fuerza.—No sé qué haría sin ti —dice entre lágrimas.Trago saliva, tratando de asimilar sus palabras e ignorar lapunzada que siento en lo más hondo del pecho.—No llores, por favor.
Tengo la voz ronca por la emoción. Me encanta que menecesite.Se sorbe la nariz.—Lo siento. Es que estoy feliz, triste y nerviosa al mismotiempo. Es un poco agridulce.—Tranquila. —Le echo la cabeza hacia atrás y la beso enlos labios—. Lo comprendo.—Lo sé —asegura con una sonrisa triste.—Ojalá estuviéramos en casa y las circunstancias fueranmás felices. Pero tenemos que estar aquí. —Me encojo dehombros, como disculpándome. Ninguno de los dos podíaprever lo que iba a ocurrir—. Vamos, levántate. Después dedesayunar iremos a ver a Ray.—Vale.Por su sonrisa, parece un poco más animada cuando salgopara que se vista.En el salón, pido muesli, yogur y frutos del bosque paraAna, y una tortilla para mí.Qué alivio ver que Ana ha recuperado el apetito. Engulle eldesayuno como si fuera a acabarse el mundo, pero no digonada. Es su cumpleaños y quiero que esté contenta.De hecho, en realidad quiero que esté contenta a todashoras.—Gracias por pedirme mi desayuno favorito.—Es tu cumpleaños. Y tienes que dejar de darme lasgracias.
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Tengo la voz ronca por la emoción. Me encanta que me
necesite.
Se sorbe la nariz.
—Lo siento. Es que estoy feliz, triste y nerviosa al mismo
tiempo. Es un poco agridulce.
—Tranquila. —Le echo la cabeza hacia atrás y la beso en
los labios—. Lo comprendo.
—Lo sé —asegura con una sonrisa triste.
—Ojalá estuviéramos en casa y las circunstancias fueran
más felices. Pero tenemos que estar aquí. —Me encojo de
hombros, como disculpándome. Ninguno de los dos podía
prever lo que iba a ocurrir—. Vamos, levántate. Después de
desayunar iremos a ver a Ray.
—Vale.
Por su sonrisa, parece un poco más animada cuando salgo
para que se vista.
En el salón, pido muesli, yogur y frutos del bosque para
Ana, y una tortilla para mí.
Qué alivio ver que Ana ha recuperado el apetito. Engulle el
desayuno como si fuera a acabarse el mundo, pero no digo
nada. Es su cumpleaños y quiero que esté contenta.
De hecho, en realidad quiero que esté contenta a todas
horas.
—Gracias por pedirme mi desayuno favorito.
—Es tu cumpleaños. Y tienes que dejar de darme las
gracias.